En el denodado esfuerzo que los responsables de Arco hacen, de un tiempo a esta parte, para explicarse y explicarnos cuál es la naturaleza híbrida del tinglado que organizan y su alta misión, lo cual no es ciertamente fácil, han dado con un sorprendente término muy expresivo aunque difícil de desentrañar: Arco es, según el programa oficial de la presente edición, la 23ª, un "hiperlugar". Aunque el prefijo griego hiper significa exceso, con lo que habría que entender hiperlugar como un "exceso de lugar" o un "lugar excesivo"; esto es: un local amplísimo hasta el punto de que le sobra espacio por todas partes, está claro que la intención del neologismo es indicar más bien que, grande o pequeño, es un local en el que hay y ocurre de todo; en realidad, tanto, tan variado y tan indiscernible que se resiste a cualquier definición precisa. Habiéndose tratado originalmente de una Feria de Arte Contemporáneo, como aún rezan melancólicamente sus siglas, uno podría haber comprendido que se usase el término de "hipermercado de arte actual", pero, entonces, está claro que se dejaría fuera casi la mitad de lo que físicamente ocupa el espacio del recinto ferial, por no hablar ya de lo intangible, que se sustancia en el llamado II Foro Internacional de Expertos de Arte Contemporáneo, consistente en 12 cursos y 35 sesiones desarrollados en seis días, lo que es una marca tan difícil de batir que el evento merecería el honroso título de "hiperforo". En cuanto a lo que materialmente sí ocupa un lugar de exhibición en este hiperlugar que es Arco, emplazado en los pabellones 7 y 9 del Parque Ferial Juan Carlos I, hay que señalar la presencia de 198 galerías comerciales, inscritas mediante el procedimiento convencional de pagar la cuota correspondiente, junto al centenar largo de galerías invitadas a través de los proyectos denominados País Invitado -este año, Grecia, con 25 galerías-, Project Rooms -26 galerías-, Futuribles / Up & Coming -hiperconglomerado de 6 iniciativas diferentes con 51 galerías-, notable conjunto al que todavía hay que añadir el batiburrillo constituido por los Open Space, Proyecto Salas, La Palabra Escrita, Proyecto Especial Arco'04 -subdividido en Planos, Piscolabis, Bulevares, Chillouts- y, en fin, el de La Moda en Arco, ameno galimatías, que, desglosado, puede significar que ahí se encuentran desde varios diarios nacionales, stands de instituciones públicas o privadas, revistas de arte, editoriales de libros, etcétera, hasta, por así decirlo, una macrotumbona de colores, siempre más para alegrar la vista, como corresponde a un evento cultural, que para aliviar el cansancio.
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Con lo apuntado, no se puede negar que el hiperlugar Arco 2004 es, en efecto, ese "lugar de lugares", en el que el espacio se dilapida para cualquier cosa menos para acoger galerías de arte de pago, que literalmente no caben, sea cual sea su acreditada historia, como le ha ocurrido este año, que yo sepa, a las muy conocidas y prestigiosas de May Moré y Sen. Convengamos, por tanto, que Arco no sólo no es una feria de arte contemporáneo, sino, además, que cada vez lo es menos, entre otras cosas, porque el mercado artístico español sigue siendo hoy más una ilusión que una realidad. ¿Cómo, si no, se puede explicar que, entre las 198 galerías comercialmente inscritas en una feria internacional, haya 92 españolas, casi el 50%, y que, entre las extranjeras, Portugal, por ejemplo, sea el tercer país mejor representado y tenga, por tanto, 15 firmas, más del doble que Estados Unidos de Norteamérica, justo el doble que Suiza, 5 más que Italia, 1 menos que Francia, o, en fin, que su lucido conjunto exceda lo aportado al respecto por la suma de Austria, el Reino Unido, Holanda, Bélgica, Dinamarca y Finlandia, por citar sólo al resto de los países europeos que, excepción hecha de Alemania, con 24 galerías, han acudido a la presente convocatoria sin invitación.
Pues bien, si, como quien dice, los números cantan con suficiente elocuencia, imagínense que nos pusiéramos a aquilatar, en estrictos términos comerciales, la importancia de las firmas presentes... Desde esta perspectiva, habría que reconocer que nos costaría superar la docena de galerías internacionales de indiscutible prestigio. En relación con lo exhibido ocurre otro tanto: la mayor parte de las galerías no invitadas han optado, al dictado de la experiencia, por presentar muchos artistas con obras comercialmente asequibles -léase no de primera fila- y, como siempre, primando todo lo que sea de artistas españoles. Por todo ello, hechas las excepciones y matices de rigor, Arco 2004 se consagra como un evento espectacular, un hiperlugar para la ilusión y, por consiguiente, un goloso cebo para lo mediático, lo cual no significa que su ya dilatada experiencia haga cada vez más confortable y mejor organizada la visita de la multitud de espectadores, y, sobre todo, que, entre los millares de obras que allí se exhiben, haya mucho que ver y disfrutar.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 12 de febrero de 2004