El pasado día 4 de febrero fui víctima de un robo en el metro de Madrid. Pese a la rapidez con que anulé mis tarjetas bancarias, el ladrón fue más rápido que yo y compró con una de ellas, concretamente de Caja de Madrid, dos títulos de transporte por valor de 39,90, gracias a que las máquinas expendedoras dispuestas para ello no exigen la introducción de ningún tipo de contraseña; un total sinsentido teniendo en cuenta el enorme número de sustracciones que se cometen en Metro.
Facilitar la vida al usuario también incluye garantizar su seguridad y, por supuesto, también su dinero. Máquinas que permiten comprar sin identificar al comprador, dispuestas por Metro de Madrid, nos dejan totalmente desprotegidos ante sinvergüenzas de este tipo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 12 de febrero de 2004