La calle de Fuencarral se convierte cada domingo en escuela de educación vial para los más pequeños. Es verdad que no hay demasiados agentes de circulación poniendo multas, pero sí intrépidos chavales que conducen triciclos, patinetes, bicicletas o patines. Sus familias les vigilan con una sonrisa.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 16 de febrero de 2004