El ministro francés de Exteriores, Dominique de Villepin, se esforzó ayer en legitimar el triunvirato y disipar el fuerte olor a directorio europeo que desprende la fórmula. "No se trata de confiscar Europa en algunas manos, sino, al contrario, de servir nuestro proyecto y nuestra ambición europeas", aseguró el jefe de la diplomacia francesa, quien citó la urgencia de "reglas, capacidad y Constitución" ante una ampliación a 25 miembros que será una realidad a la vuelta de la esquina, el 1 de mayo.
De Villepin admitió que el formato de la reunión trilateral de Berlín "puede sorprender a un cierto número de personas en Europa, pero es la prueba de que algo está cambiando. Más allá de las divisiones del pasado sobre Irak u otros temas, y más allá de las posiciones tradicionales, queremos avanzar", insistió.
La entrada de Tony Blair supone una tercera pata muy valiosa para el eje franco-alemán, que París sigue considerando más sólido que el aliado de la otra orilla del Canal de la Mancha. El Gobierno francés parece creer en una coalición más coyuntural que estructural, pero lo cierto es que Londres, París y Berlín coinciden en importantes aspectos institucionales, como el reparto de votos en la futura Constitución europea, y han dado pasos hacia la colaboración en materia de defensa. El último es la decisión francesa de construir un nuevo portaaviones a la medida de los deseos del Reino Unido, dotándole de propulsión convencional en vez de nuclear (como el actual Charles de Gaulle) y facilitando así un pacto industrial entre los dos países.
La presencia de Blair es muy útil al eje franco-alemán para salir de la incómoda posición de defenderse, espalda contra espalda, de los que reprochan a Francia y Alemania hacer de su capa un sayo con las reglas comunitarias cuando les conviene, como ha sucedido a propósito del Pacto de Estabilidad.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 18 de febrero de 2004