Con 27 años recién cumplidos, el tenor José Carreras (Barcelona, 1946) emprendió la conquista de cuatro de los más importantes teatros de ópera del mundo. El primer asalto fue la
Ópera de Viena, en enero de 1974, cantando el personaje del Duque de Mantua en Rigoletto, y le siguieron, ese mismo año, el Covent Garden de Londres (Alfredo, de La Traviata) y el Metropolitan de Nueva York (Cavaradossi, de Tosca). Al año siguiente llegó el cuarto y último asalto: la Scala de Milán (Riccardo, de Un Ballo in Maschera). Con motivo del 30º aniversario de aquel primer debut en uno de los grandes coliseos líricos del mundo, la Ópera de Viena celebrará el próximo 27 de febrero una gala especial con Carreras como protagonista. En la primera parte cantará canciones de Leoncavallo y Puccini y en la segunda interpretará el tercer acto de la Sly, de Wolf-Ferrari, y el último de Carmen, de Bizet, con la Filarmónica de Viena en el foso y bajo la dirección musical de su sobrino, David Giménez.
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PREGUNTA. ¿Qué recuerda de su debut en la Ópera de Viena?
RESPUESTA. Una gran emoción. A parte del Liceo de Barcelona, y todo lo que para mí significaba por ser el coliseo lírico de mi ciudad, la Ópera de Viena fue el primer teatro de ópera importante en el que debuté. Lamento decir que desgraciadamente no fue la mejor función de mi vida, pero éste ha sido un teatro muy importante en mi carrera y su público es uno de los mejores del mundo.
P. Mientras que su relación con la Ópera de Viena nunca se ha interrumpido desde su debut en 1974, con el Festival de Salzburgo la cosa no fue igual.
R. Estuve muchos años vinculado con el festival, pero la relación se interrumpió cuando Gérard Mortier fue nombrado director. Él estaba contra el star-system y, sobre todo, contra todos los artistas que habíamos trabajado mucho con Karajan. No volví allí hasta 2002, cuando él ya no estaba. Ahora tengo contratos para cantar dos recitales en Salzburgo en 2005 y 2006. Son cosas que pasan. Pero he de decir que sin Karajan ya no existe el esplendor y el glamour que tenía Salzburgo, aunque sigue siendo un festival de primerísimo nivel.
P. Quizá no sólo el Festival de Salzburgo ha perdido el glamour, sino también la ópera en general, ahora más normalizada y menos elitista.
R. No sé si ha perdido el glamour, pero sí ha perdido brillantez. Actualmente hay más gente que va a la ópera, pero el verdadero divo, el cantante que está por encima de teatros, el que el público iba a escuchar, cantara lo que cantara, con pasión e incluso fanatismo, se está perdiendo.
P. ¿Ya no hay divos capaces de arrastrar a la gente a los teatros de ópera?
R. Con todo el respeto y admiración por las nuevas generaciones, pero talentos, voces y personalidades como las de Montserrat Caballé o Plácido Domingo, por citar sólo dos ejemplos, ya no existen. Pero tampoco hay actualmente ningún Modigliani. Antes la ópera se caracterizaba por el grado de mitificación de los cantantes. Actualmente no veo que a los cantantes de la nueva generación el público los mitifique. Los admira o los aprecia.
P. La última vez que cantó ópera en España fue en marzo de 2001, Sansón y Dalila en el Liceo. ¿Para cuándo Carreras de nuevo en un escenario español cantando ópera?
R. El Liceo me ha ofrecido cantar un concierto, un recital e incluso una ópera en catalán en versión de concierto, pero yo les propuse Tiefland, del alemán Eugen d'Albert, pero en catalán.
P. ¿Y es eso lo que va a cantar?
R. Parece que no. Me dicen que si canto en catalán una ópera alemana porque se basa en una pieza dramática en catalán, como es el caso de Terra baixa, de Àngel Guimerà, con el mismo criterio deberían programar La forza del destino, de Verdi, en castellano porque está basada en Don Álvaro o la fuerza del sino, del duque de Rivas. Lo entiendo, pero creo que con la negativa del Liceo se pierde una oportunidad.
P. ¿Qué oportunidad?
R. ¿No dicen que hay que proteger la lengua catalana, que debemos conservar nuestra identidad, tradiciones y cultura? Pues ésta era una buena manera. Además, existe la oportunidad de hacer una coproducción con la Ópera de Washington, que dirige Plácido Domingo, que seguro que la programaría si se lo pido, y probablemente con el Real de Madrid, donde Emilio Sagi me apremia para que cante allí. Estoy seguro de que estaría encantado de hacer Tiefland en catalán en Madrid.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 21 de febrero de 2004