Considerada segundona en su Burdeos natal -donde se le encomienda la tarea subalterna de aportar color, fragancia y densidad frutal a los vinos del Medoc-, la variedad petit verdot ha demostrado su grandeza en otras latitudes, donde su aparente falta de delicadeza se ha transformado en estilizada potencia. Es el caso de España, donde llegó de la mano del siempre inquieto y audaz Carlos Falcó, hace ya 12 años. En su hermosa finca de Valdepusa (Toledo), la cepa, de maduración tardía y lenta, demostró que en nuestro país se dan las condiciones idóneas para desplegar sus inmensas cualidades, ya que exige climas más calientes, buen diferencial térmico entre noche y día, y terrenos muy pobres. Entonces rinde un vino intensamente coloreado, de oscura profundidad firmemente estructurada, impresionante carga tánica y el equilibrio ácido-alcohol necesario para resultar magníficamente fresco. Tintos de aroma denso y complejo donde destaca la especia, la pimienta, los sabores negros de la fruta, compensados por una impresión inolvidable de violeta, y el gusto ahumado, picante, enriquecido con notas de mineral. Tras la fantástica experiencia de Falcó, continuada en Toledo por Miguel Ángel de Gregorio, otros viticultores han seguido sus pasos, y en lugares tan dispares como Jumilla, Valladolid o Málaga. En todos los casos, el resultado es excelente, con vinos pletóricos, donde la petit verdot, cenicienta para los gabachos, es princesa entre nosotros.
Nariz concentrada, todavía algo indefinida, con notas de cacao y sotobosque con madera fina. Tiene cuerpo y potencia delicada, con un paso de boca goloso y suave.
Sorprendente nariz con notas de flor, fruta fresca y especias, en buena armonía con la madera. Es el más fresco, con un paso de boca suave y equilibrado, y final algo ardiente.
Espléndido y concentrado, con gran expresión aromática, floral y frutal, especias y fondo de madera nueva. Sabroso, de taninos suaves, llena la boca de fruta madura.
Mediterráneo, sensual, con frutosidad madura, notas de lácteos, apuntes florales y maderas. Goloso, con volumen y un final amargamente elegante y sensaciones minerales.
Excelente diseño y frutosidad concentrada y compleja, con notas de cacao, madera especiada y destellos minerales. Cuerpo voluminoso, taninos maduros y potencia.
Personalísimo panorama aromático: notas florales y de fruta silvestre, café y especias en perfecto equilibrio con la madera nueva. Cuerpo, presencia y soberbia acidez.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 21 de febrero de 2004