El ministro de Defensa sigue demostrando que su soberbia llega al extremo de creer que está exento de toda responsabilidad tanto por lo que hace como por lo que dice, puesto que basta considerar una frase desafortunada como "no dicha", y andando.
No se retracta el señor Trillo ni rectifica o lamenta; ni siquiera se desdice. No. La soberbia requiere acrobacias más complejas: pide que borremos de nuestra memoria el "jocoso" comentario sobre el islote Perejil y hagamos como si nunca se hubiera dicho.
Si nos convencemos de que las palabras que uno dice no tienen ninguna trascendencia ni suponen compromiso alguno con la verdad, llegaremos a la triste conclusión de que se puede mentir impunemente, como se hace desde el Ministerio de Defensa cuando insisten que han hecho todo lo posible por esclarecer lo ocurrido en el caso del Yakovlev 42, en el que murieron 62 militares españoles. Sabemos que se ha mentido y ocultado información, pero eso no parece tener ninguna importancia. Si la indignidad del ministro le impide hacerse cargo de sus responsabilidades, al menos podría hacerse cargo de sus afirmaciones, que se han revelado cada vez más falsas.
Me gustaría tener la habilidad de este señor para alterar la realidad y considerar, yo también, a los 62 infelices facturados en un avión de carga como "no muertos", pero, por desgracia, no puedo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 26 de febrero de 2004