Selecciona Edición
Selecciona Edición
Tamaño letra
PANTALLA INTERNACIONAL

Julie Depardieu, la 'patito feo' doblemente premiada

A sus 30 años, la hija del actor consigue el reconocimiento del cine francés

La 29ª edición de los premios César en Francia, celebrada el pasado sábado día 22, coronó por partida doble -actriz revelación y mejor actriz de reparto- a Julie Depardieu. Ella salió a recoger los galardones con un lazo a la cabeza, un traje imposible y cara de sorpresa. "Cuando llevas una flor turquesa en el pelo, o un lacito, no puedes poner cara de enfadada. Vestirme así me ayuda a no deprimirme" dice ella. La verdad es que durante años tuvo motivos para ello. "No tenía una casa propia, no veía nunca a mi padre, me llevaban de un lado a otro. Pero todo eso ya pasó. He cumplido los 30 y los reproches que le hice a mi padre cuando yo tenía 18 son eso, reproches de adolescente. Ahora sé que él es un niño grande al que le gusta divertirse".

"Ya no reprocho nada a mi padre. Sé que es un niño grande al que le gusta divertirse"

Durante la ceremonia de la entrega de premios, mientras Julie daba las gracias, papá Depardieu apareció en el escenario acompañado del hijo del recientemente fallecido cineasta Maurice Pialat. ¿Gesto de cariño? ¿Ternura paterna? ¿Reconocimiento entre iguales? ¿Meras ganas de robarle protagonismo a la hija? Sin duda, de todo un poco. "Ahora está muy presente después de tantos años ausente", dice Julie explicando la inesperada irrupción de un Gérard que, además, farfulló frases inconexas, como si la emoción que no manifestó le impidiera expresarse con claridad. "Somos una familia dada a las bebidas alcohólicas", confiesa la hija, que recuerda que, entre 1995 y 1999, "pasé la vida de discoteca en discoteca, de copa en copa, escuchando rock todo el rato. En esa época sólo tenía mío un coche y el bolso de maquillaje". Hoy vive lejos de París, en el campo, bebe agua y sólo escucha ópera. "Miro qué ópera dan en el Metropolitan o en la Bastilla, me instalo en una butaca de casa y pongo el mismo disco. ¡Es como si estuviese en Nueva York o en París y con la ventaja de no tener que viajar!".

La casa en la que vive ahora es vecina a la de su madre, Elisabeth, y a la de su hermano Guillaume. Éste aún anda ajustando cuentas con ese padre ausente pero que lo invade todo, ese apellido voraz que apenas deja nada para los hijos. "Durante años no tenía ningún deseo, me resultaba angustioso", admite la actriz recién premiada. Sus deseos le venían impuestos. "Sigo psicoanalizándome, pero ahora, en vez de llevar una vida nocturna desenfrenada y narcisista, arranco malas hierbas del jardín". Se ríe cuando se le comenta que esa pasión operística y por la jardinería parecen propias de alguien de más edad. "¡Tengo mentalidad de viejecita! Y mi gusto, mi preferencia por todo lo que está pasado de moda o es de mal gusto, también es propio de una viejecita".

En el filme de Claude Miller La petite Lili, ella encarna a Jeanne-Marie, una chica que aguanta en silencio y a base de aguardiente sus decepciones amorosas. "No escogí la película por el papel. Nunca lo hago. Acepté por Claude, por su mirada dulce y sincera". Recuerda lo mal que lo hizo en los ensayos. "Pero Claude confiaba en mí y eso me dio confianza. Hay muchas actrices que hubieran podido hacer el mismo papel y hacerlo mejor". Esa obsesión por defender la candidatura de las demás, como la de hablar sin cesar transmiten la extraña timidez de la chica. "El vacío, el silencio, me angustia. No soporto las vacaciones, el estar sin hacer nada. Por eso hablo continuamente, con los que tengo al lado, por teléfono, o escucho música. No es que sea hiperactiva, que no lo soy, sino de horror al vacío". Hecha así, abiertamente, la confesión es desarmante. Y esa capacidad para desarmar es la que le vale también para transmitir emoción, para ser una actriz distinta, que se mueve y mira de manera muy especial. "Es que en realidad nunca quise ser actriz. Estoy en eso de la interpretación por la misma razón que si mis padres fueran panaderos vendería harina. Debuté, por casualidad, a los 23 años en un telefilme". Sin ningún plan de carrera profesional, dejándose llevar por la intuición y por la red protectora y embarazosa del apellido, Julie ha ido creando personajes inolvidables, como la loca de Peut-être, de Cedric Klapisch, la prima abandonada de Les destinées sentimentales, de Olivier Assayas. Su, hasta ahora, única aparición en un escenario teatral, representando el papel de una aristócrata excesiva en una obra de Balzac, permitió descubrir una profesional segura y disciplinada, capaz de regularidad y técnica. "No soy Isabelle Huppert, pero he aprendido. No he ido a ninguna escuela de arte dramático", precisa. Los rodajes familiares fueron la mejor de las escuelas. Cuando éstos se acababan y la depresión acechaba, Julie se refugiaba en la noche parisiense o en un monasterio de Chantilly. "Me encerraba allí durante dos meses y preparaba los exámenes. Los monjes me ayudaron mucho cuando las cosas iban mal". Ahora espera con serenidad el estreno de su último trabajo en Je suis votre homme: "Hago de psicóloga en un burdel sadomasoquista. Es una película estupenda de mi amiga Danièle Dubroux".

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 27 de febrero de 2004