Si hay un personaje famoso entre los antropólogos brasileños, ése es Joãosinho Trinta, el genial creador del Carnaval de Río, lujoso e imponente, el que suelen retransmitir todas las televisiones del mundo y el que cada año atrae más turistas a Río de Janeiro. Es el carnaval del famoso Sambódromo, el inmortalizado por todas las artes. Fue Joãosinho, conocido hasta en la última favela, quien un día llevó de la calle al palco grandioso de los actuales desfiles a las Escuelas de Samba con sus ricas y lujosas representaciones teatrales, sus carrozas imponentes, sus "enredos" y sus mulatas espléndidas y desnudas. A quien le reprobó entonces que era una paradoja que saliera de las favelas pobres -que es donde se crean y organizan todas las escenografías- un carnaval tan lujoso, había acuñado la famosa frase: "La pobreza gusta sólo a los intelectuales. A los pobres lo que les gusta es el lujo y la riqueza, que no tienen". Pero el famoso Trinta, este año ha caído víctima del desnudo. Director de la Escuela Desfile da Grande Rio, quiso representar la importancia del preservativo en la lucha contra el sida y presentó a Adán y Eva haciendo el amor como Dios los creó y en varias posturas del kamasutra. La Iglesia se le echó encima. Le obligaron a tapar con velos los desnudos que desfilaron de luto. Pero de nada le sirvió. La Iglesia fue más fuerte y el genio de los carnavales fue destituido de la Escuela de Samba que dirigía. Los desnudos lo mataron. Y hay quien dice que ello podría presagiar el final de un cierto tipo de carnaval carioca que, curiosamente, este año ha descubierto como nunca los llamados "carnavales de rua", los de la calle, sin entradas, libres, creativos, inocentes e impuros, como lo fueron al nacer.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 28 de febrero de 2004