Silencio, y el terror con dolor enfunda el ambiente nocturno. Un grave accidente. Dos jóvenes vuelan por los aires y por el infierno tras el topetazo. Coche y moto se funden en un abrazo mortal en la rotonda de entrada. El destino y sus vidas quedan paralizados. ¿Locura conductiva, despiste, inmadurez educativa, mala señalización, poca o nula vigilancia patriarcal o policial? ¡Vete a saber! Lo claro es que los cráneos dañados, piernas partidas, arañazos de la bestial carretera, sangre penosa y remediable, desolación popular, morbo y la muerte llamando sin cesar a sus puertas están ahí.
Los dos iban sin cascos, con velocidad desorbitada, sin espejos para hacer más mona la moto, con aires de libertad, sin temor a la poli, ni a la ley. ¡No hay multas! ¡No hay nada que los frene! ¡Me hierve la sangre!
Qué pena y qué gran quebranto para los padres, familiares, amigos, sufrimientos, desolación y desesperación en el hospital. Decían: "¡Hay que ver la planta, Dios mío, cuántos jóvenes destrozados de por vida! ¡Qué cosa tan espantosa y atormentada!".
Termino: las motos son el desastre y la euforia de muchos jóvenes. Veo una y otra vez en mi pueblo, en pueblos vecinos y en la ciudad velocidades gigantescas e ilógicas, generalización absoluta de no llevar los cascos puestos, desaparición clara de espejos retrovisores en las motos, veo a jóvenes en las motos desorientados, frágiles, inestables y atrapados por el diablo y la guadaña. Y veo y requeteveo: ley de tráfico pisoteada y escupida, municipales perdidos e incapaces y... me retumba en los oídos y en mi alma un penoso clamor popular silencioso que trona: "Niñatos, tienen guasa los niños, tiene cojones, hijos de puta, estos jóvenes de hoy no tienen vergüenza. ¿Dónde están los policías y los municipales?"
Que sepan los políticos, administradores del tráfico, policías, municipales... que estos jóvenes desorientados piden a gritos ayuda. Que nadie rehúya. Así que multas y otras estrategias, manos a la obra y a pensar.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 28 de febrero de 2004