A FINALES del siglo XVI, cuando Tomás Luis de Victoria estaba en plena madurez, su fama se extendió por el norte de Europa y sus misas y motetes inspiraron a varios transcriptores, que los adaptaron para su interpretación en versión para una o dos voces con acompañamiento instrumental. Carlos Mena y Juan Carlos Rivera se adentran en ese terreno y presentan motetes, antífonas y partes de algunas misas, como O magnum misterium, Quam pulchri sunt y Missa Gaudeamus, en una intimista versión para voz y laúd. "Son muy difíciles, te obligan a usar la voz como un cirujano, a adaptarla a la sonoridad del laúd. Cuando cantas sus piezas polifónicas a coro o en un cuarteto vocal, siempre sientes que en Victoria hay algo más, que está soltando amarras en una transición pero no llega al barroco", comenta. "Y estos manuscritos ayudan a enfocar la polifonía de otra manera, con otra paleta de colores. Las transcripciones nos indican que, muy probablemente, era el laudista quien cantaba estas obras, y que las conocía de memoria, porque no está escrita la primera voz. Por otro lado, la ornamentación de las voces revela el prestigio y la popularidad que tuvo. Ha sido una suerte poder grabarla".
En su anterior disco De AEternitate, publicado por Mirare, Mena y el grupo dirigido por Philippe Pierlot, Ricercar Consort, difundían desde la absoluta complicidad un maravilloso repertorio de compositores anteriores a Bach. "Es un sello militante, creado por René Martin, que nos escuchó en su festival, La Folle Journée, y decidió que había que grabar esas interpretaciones. Lo intentó vender a algunos sellos especializados y, como no mostraron interés, decidió crear un nuevo sello. El disco ha recibido muchos premios y su éxito nos ha animado a grabar un nuevo disco, con obras de Vivaldi, que se publicará en mayo".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 28 de febrero de 2004