Lentitud y falta de coordinación han caracterizado la ayuda oficial marroquí a la provincia de Alhucemas, gravemente afectada por un terremoto que ha provocado casi seiscientos muertos y varios centenares más de heridos. No sólo lo han percibido así los directamente afectados, sino también los enviados de la prensa internacional y los bomberos voluntarios de España y otros países, muchos de los cuales han tenido que regresar a sus bases sin haber podido colaborar en las tareas de rescate. Esto se ha traducido en manifestaciones populares de protesta y asaltos a los camiones cargados con ayuda humanitaria. Algunos vecinos llegan incluso a asegurar que parte de la ayuda está siendo vendida por funcionarios desaprensivos.
En la provincia rifeña de Alhucemas, y en general en el norte de Marruecos, llueve sobre mojado. Durante el largo reinado de Hassan II, los territorios del que fue protectorado español fueron marginados en relación a los que habían sido colonizados por los franceses, y ello por voluntad del soberano, que no simpatizaba con sus compatriotas septentrionales. La entronización de Mohamed VI despertó grandes esperanzas en el norte del país, pero, como en otros asuntos, la realidad de sus más de cuatro años de reinado no ha estado a la altura de las expectativas. Mohamed VI, que desde el martes está en Tánger, volvió a aplazar ayer su visita a Alhucemas. Las autoridades marroquíes aseguraron que lo hará hoy.
Aunque algunas de las protestas y las denuncias puedan ser fruto del dolor o la desesperación, lo cierto es que dicen unas cuantas cosas sobre Marruecos en general y esta zona en particular. El Estado marroquí necesita una reforma urgente, en una dirección de mayor democracia, transparencia y eficacia y menor corrupción. Es la tarea histórica a la que parecía abocado Mohamed VI. En cuanto a los territorios rifeños, que en muchas ocasiones han escapado al control del majzen o poder monárquico y que tienen una profunda identidad propia bereber, precisan de un desarrollo urgente. Montañosos, pobres, sobrepoblados y mal comunicados, no pueden seguir viviendo exclusivamente del cultivo de cannabis, el contrabando y las remesas de sus inmigrantes en Europa.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 28 de febrero de 2004