Algo falla cuando unos amigos que tienen que coger un avión el sábado por la mañana en Madrid, salen de Logroño a mediodía del viernes y consiguen llegar a Madrid a las diez de la mañana del día siguiente. Han pasado toda la noche con su niña pequeña, sin comida, sin agua y con temperaturas gélidas en mitad de una autovía, acompañados por miles de otros conductores atrapados. Sí, he dicho autovía, no puerto de montaña, ni carretera comarcal, ni camino de cabras. La autovía N-I, que luego se convierte en autopista, esa misma.
Casualmente, me pasé la tarde escuchando la radio, que decía que España estaba plagada de maquinas quitanieves, que la cosa tampoco era para tanto, que se estaba haciendo un drama de cuatro copos de nada. Pues no sé qué decirles. La verdad, no pensé que no fuera una prioridad mantener los grandes ejes de comunicación abiertos al tráfico y que no se debiera ayudar a las personas en situación de peligro. Eso se lo puedo asegurar: nadie fue a echarles una mano hasta las seis de la mañana. Este país tan moderno, tan europeo, parece que sigue fallando en estos pequeños detalles.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 2 de marzo de 2004