Miles de estudiantes españoles en el extranjero no podremos votar pese a nuestra voluntad. Para ejercer este derecho hay que inscribirse en el Registro de Españoles Residentes en el Exterior (CEREX), trámite que hasta las oficinas diplomáticas españolas desaconsejan cuando la estancia es inferior a un año. Así sucede con los estudiantes Erasmus, que realizan un intercambio universitario en Europa: a muy pocos les interesa cambiar su empadronamiento, ya que al regreso se pierden importantes derechos frente a las administraciones locales durante el año inmediatamente posterior.
¿Por qué tantos impedimentos para votar, cuando Internet ya se usa como un banco a domicilio? ¿Por qué no se establece un sistema por correo con plazo suficiente para los residentes en el extranjero?
Frente a este sentimiento de frustración, la publicidad institucional que fomenta el voto por correo suena a broma pesada. Si fuéramos pesimistas nos daría por pensar que quienes ordenan la burocracia estatal no quieren conocer nuestra opinión. Por algo será.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 2 de marzo de 2004