Especialmente querida por el público madrileño, Elisabeth Leonskaia (Bakú, 1945) es asidua a nuestros escenarios en recital a solo o haciendo música de cámara, pero mucho menos con orquesta, con lo que una parte de su hacer se nos quedaba para los discos, que, como es sabido, no es lo mismo. Así que su concierto con la Sinfónica de la RTVE era una ocasión de oro. La elegante pianista georgiana, con esa mirada que de lejos parece triste y de cerca no lo es, hizo un Cuarto concierto de Beethoven antológico. Está en un momento dulce de su carrera, se ve que la madurez personal y la artística han acabado de juntarse y, al buen gusto de siempre, a la técnica llena de naturalidad, se une el toque personal, el detalle que quizá antes le parecía audaz o no acababa de salir quién sabe por qué. Sigue habiendo un sonido hermoso, pero surge el acento en el color, el matiz más o menos ligero, la inteligencia, en suma, capaz de saber cómo alcanzar la excelencia sobre la base de lo ya muy bueno. Tan a gusto se encontraba que nos regaló como encore nada menos que la primera de las Tres piezas para piano D946, de Schubert, con su drama contenido y su inquietud en la expresión.
Orquesta Sinfónica de RTVE
Elisabeth Leonskaia, piano. George Pehlivanian, director. Obras de Boccherini-García Abril, Beethoven y Dvorák. Teatro Monumental. Madrid, 4 de marzo.
Acompañó muy bien Pehlivanian, que antes había negociado con solvencia la muy hermosa Introducción y fandango que, sobre música de Boccherini, orquestara con sabiduría Antón García Abril hace 20 años. Es pieza eficaz y rumbosa que debiera tocarse más, pues se trata de un buen pórtico para un concierto. Éste se cerró con la preciosa Octava sinfonía de Dvorák, una obra en la que todo huele a felicidad, a campo, a hierba recién cortada.
El director libanés-americano planteó una versión acorde a sus características de músico extrovertido y mandón, directamente al grano y dotada de una verdad como de primera mano, sin colorantes ni conservantes y con muy buen orden en la planificación sonora. Además, la Orquesta Sinfónica de la RTVE parece tocar muy a gusto con él, y eso se nota en la entrega. Sólo le faltó volar con un poco más de sutileza en el Allegretto vivace y haber sido algo más analítico en la coda conclusiva. Pero, qué caramba, después del milagro de Leonskaia todo lo demás se nos daba como por añadidura.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 6 de marzo de 2004