En la enseñanza pública catalana existe un numeroso colectivo cuyo valor no parece tenerse en cuenta: los interinos y sustitutos. Nuestra precariedad laboral nos acerca más a los contratos basura de los temporeros que a la situación de nuestros compañeros fijos. Y sin embargo, nuestro papel a menudo es esencial: sacar las castañas del fuego educativo en muchos centros en los que abunda el desgaste y el absentismo de la escuela pública.
Si el nuevo Gobierno catalán quiere hacer algo sustancial por la calidad de la enseñanza, que no se olvide de sus profesionales eventuales. De momento, por cierto, metidos en polémicas con más eco mediático, ni Administración ni sindicatos parece que se acuerden demasiado de nosotros. ¿Habrá que esperar a otras elecciones?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 7 de marzo de 2004