Al fin, el flamenco se compromete con una obra de denuncia y testimonio. Ya era hora, pues, salvo ocasiones puntuales y esporádicas, este arte parece vivir en otro mundo. Inmigración es dura, cruel, como lo es esa realidad que tenemos a nuestro alrededor, y especialmente a uno y otro lados del Estrecho, y que vemos casi cada día en los telediarios.
Estructurada en varios episodios que reflejan distintos aspectos del tema, fragmentos videográficos actúan como nexos de unión entre ellos y dan una cierta continuidad al relato. En el escenario, bailaores, cantaores, músicos de distintas nacionalidades que interpretan sus respectivos artes de origen, con lo que se insiste aún en el carácter mestizo de la obra. Entre ellos algunos conocidos, como el cantante tetuaní Chekara, partícipe en algún otro encuentro con el flamenco, o la bailaora profesional Nicolia Morris, jamaicana de color.
Inmigración
Baile: Ángeles Gabaldón y otros. Cante: Manuel Lombo y Jallal Chekara. Toque: Daniel Méndez, Óscar Lago, Keko Valdomero. Percusión: Antonio Montiel. Recital de Miguel Poveda. Teatro Villamarta, Jerez, 5 de marzo.
Inmigración interesa e inquieta. Es un tema que nunca nos dejará indiferentes, y su exposición en los escenarios debe ayudar a que nos conciencemos con un mayor compromiso. El flamenco es arte mestizo y, como tal, tiene recursos expresivos que se identifican fácilmente con este terrible mestizaje de la angustia y la patera, del tráfico de seres humanos. Es un tema que a los flamencos les queda de alguna manera próximo, y de ahí la eficacia que sus intérpretes son capaces de transmitir, aunque la titular de la compañía, Ángeles Gabaldón, me consta que bailó enferma y ya hizo bastante con defender dignamente su parte.
Un nuevo recital de cante de Poveda, en la segunda parte del programa. No quiero ser injusto con nadie, pero me parece que no hay quien sea hoy capaz de cantar así. Al menos, en su generación. Por malagueñas recogiendo la voz y haciendo milagros en los bajos. Por bulerías, que hay que tener valor para atreverse con ese género en Jerez. Por tonás, la voz sola, sin guitarra, ¡pero cuánta música hay en esa voz, en sus silencios! ¡Cuánta maravilla!
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 7 de marzo de 2004