El productor Hughes de Courson (París, 1946) es experto en pasmosas piruetas. Sus discos conceptuales desarrollan insospechadas afinidades: Vivaldi y el folclor irlandés, Mozart y los músicos egipcios. Su nueva propuesta, Lux obscura, ofrece canciones y danzas medievales machihembradas con sonidos digitales. "Estamos inventando músicas de un universo paralelo", asegura el productor.
Todo comenzó con Lambarena (1994), donde unía a Bach con músicas de Gabón: "Elf, la petrolera instalada allí, quería financiar algo alrededor del doctor Albert Schweitzer. Él trabajaba con los brujos cuando introducía sus medicinas, pero despreciaba la música de los nativos: tocaba a Bach y no entendía que el mismo impulso religioso estaba en los rituales de sus pigmeos. Vendió 300.000 copias y eso me permite otras locuras", cuenta.
Su nueva propuesta ofrece canciones y danzas medievales machihembradas con sonidos digitales: "Estaba colaborando con (el teclista y programador) David White en un disco de Hevia y me dio a conocer lo que hacen Massive Attack, Björk o Prodigy. Yo no sigo la actualidad; aquello fue un gran descubrimiento y surgió la idea de Lux obscura. El reto consistía en hallar piezas medievales que pudieran crecer con la electrónica, sin traicionar su alma. En alguna quizá nos hemos acercado demasiado a las discotecas, pero estamos orgullosos de audacias, como poner a cantantes búlgaras o tenores sardos en piezas de trovadores franceses o del monasterio de Montserrat. Estamos inventando músicas de un mundo paralelo".
De Courson, que traza su linaje hasta los tiempos de las cruzadas -"soy el rebelde en una familia aristocrática de tradición militar"-, ejerce de celestina entre músicas que pretenden ignorar sus afinidades: "Colaboro con musicólogos y folcloristas, pero no tengo miedo a sumar manzanas y naranjas. Estuve en Malicorne, grupo muy importante en el movimiento del folk-rock francés, aunque no tenía mucho que ver con las reivindicaciones nacionalistas de Alan Stivell y compañía. Éramos provocadoramente eclécticos: nos burlábamos del purismo de los recolectores de canciones, que solían ser curas o sabios conservadores. Y cantábamos en francés, en el idioma del centralismo".
Insiste en que se le llame Hugo: vivió en Madrid entre los 6 y los 17 años, lo que le dejó un amor profundo por el flamenco. Produjo incluso Lágrimas de cera con el cantaor Juan Peña el Lebrijano: "Fue una experiencia dura, me tuvo esperando días en el estudio, como si pusiera a prueba mi compromiso con el proyecto. Cuando finalmente nos reunimos, aquello funcionó. La profundidad de su arte me hace desear repetir la experiencia".
Residente en París -"en la zona que se rodó Amélie"-, De Courson vuelve ahora a uno de sus primeros amores, la literatura: "Yo iba para escritor, pero tuve la fortuna -y la desdicha- de coincidir en el colegio con Patrick Modiano, que pronto demostró ser un novelista formidable. Juntos nos libramos de la mili y juntos hicimos canciones [recogidas en el disco Fonds du tiroir] que fueron interpretadas por Françoise Hardy o Régine. Ahora, él me anima a escribir".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 8 de marzo de 2004