En el festival taurino a beneficio de la Asociación Española Contra el Cáncer, la incompetencia hizo hasta que nevara. Sí, como lo oyen, en pleno sur: Miles de virutas de aserrín volaron en la tarde cuando el primer toro, como un niño que inocentemente descubriera la chapuza, se revolcó en la primera barrera cubierta peligrosamente, tanto que cualquiera diría que las cabezas pensantes -sin ofender- querían atentar contra la alita del patrocinador... A partir de ahí se sucedieron los picores de ojos, algún resbalón desafortunado y pies fugitivos que se arrastraban en el albero intentando escapar de las montañas acumuladas en los rincones. Para una vez que se llena el tendido, los señores la limitan a la media luna habitable y el resto..., el resto para dar más emoción al asunto si algún valiente quiere aventurarse a torear con nuevas dificultades. Lástima que no se atreviera nadie.
Pero nosotros a lo nuestro; senequismo, flamenco y siesta..., y los toros que no falten, toros rebozados por la incompetencia que, de vez en cuando, nos hace creer en la magia sin ser niños. Le doy las gracias.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 9 de marzo de 2004