Antonio Gades estrenó en el teatro Olimpo de Roma en 1974 una versión coreográfica de la obra de Federico García Lorca Bodas de sangre, que había elaborado con la ayuda del dramaturgo Alfredo Mañas en el guión, aunque el espectáculo sólo "sintetizaba el original teatral en seis escenas donde toda expresión se reducía al gesto, a los movimientos armónicos de los cuerpos, sin palabra alguna que aludiese directamente al texto de Lorca", como observó Joan M. Minguet Batllori. El espectáculo teatral recorrió el mundo con gran éxito y, años más tarde, Carlos Saura fue invitado a uno de los ensayos que Gades preparaba con sus bailarines para reponer en Madrid el ya famoso montaje: "Todo empezó al asistir a aquel ensayo del ballet de Gades y quedarme entusiasmado por su versión. Entonces, el productor Emiliano Piedra me propuso hacer el filme y acepté. Yo había sido fotógrafo de ballet y siempre me habían fascinado los ensayos, observar el esfuerzo físico de los bailarines, ver cómo esos individuos ejecutan los movimientos con auténtica pasión, matándose por hacerlo bien", contó el director en la revista Dirigido por...
"Lo que he querido hacer es un documento sobre la creación", explicó su realizador.
Carlos Saura nunca asistió a una representación teatral de las Bodas de sangre del ballet de Gades. Se limitó a acudir a aquel ensayo "y precisamente ese ensayo es el que quise reproducir en mi película. He querido transmitir al espectador esa fascinación que sólo se siente cuando se asiste a los ensayos, no desde la lejanía del patio de butacas. Lo que he querido hacer es un documento sobre la creación", comentó en la rueda de prensa del Festival de Cannes de 1981, donde la película fue presentada fuera de concurso, siendo tan bien recibida por espectadores y crítica que se añadieron excepcionalmente varias proyecciones para satisfacer la demanda. Más tarde, la película obtendría el premio de la crítica en el Festival de Nueva York, el del comité para la Difusión de las Artes y las Letras del Cine del Festival de Karlovy Vary, así como el premio del Círculo de Escritores Cinematográficos de España, entre otros galardones. Fue igualmente presentada fuera de concurso en los festivales de Chicago y Londres.
Carlos Barbáchano escribió en Dirigido por...: "En Bodas de sangre de Saura la cámara se convierte, a lo largo y ancho de la obra, en espectador y actor del drama, se embriaga de movimientos y acompaña e interpreta cada uno de los estados anímicos de los personajes. Su posición natural es casi de incesante movimiento, y ese ritmo casi enloquecido hace que los momentos estáticos rezumen puro dolor", opinión que José Luis Guarner apoyó en El Periódico de Barcelona, destacando especialmente a gusto del cronista "los tangos de la fiesta, la emotiva nana cantada por Marisol, la detonante aparición de Pepe Blanco, que interpreta el pasodoble Ay, mi sombrero, el intenso duelo final junto con la mirada hipnótica de Gades y la estampa patética de Cristina Hoyos". En definitiva, como dijo el crítico italiano Paolo Mereghetti, Bodas de sangre es "un magnífico ensayo de cine-ballet, un original intento de plasmar la realidad profunda de España utilizando su expresión más tradicional: el flamenco y otros bailes populares".
Según declaraciones del productor Emiliano Piedra en la biografía publicada en el Festival de Huelva de 1990 con motivo del homenaje que entonces se le rindió, "Bodas de sangre interesó en los cinco continentes, se convirtió en cita obligada de aficionados al cine, al teatro, a la danza, y hasta de simples curiosos que acababan aplaudiendo rabiosamente la casi hora de proyección que habían contemplado". Precisamente el que la película durara sólo "casi" una hora se transformó en un problema legal, ya que la normativa vigente consideraba que un largometraje debía tener más de 60 minutos. Bodas de sangre se había quedado corta. Saura y Piedra decidieron entonces añadir un prólogo en el que Antonio Gades explicara ante las cámaras cómo se prepara para cada representación de la obra, mientras los demás bailarines hacen ejercicios de precalentamiento. El añadido se convirtió en una inteligente advertencia al espectador de que no iba a ver una película al uso... además de cumplir las exigencias de duración ya aludidas. Como se comenta en la citada biografía de Emiliano Piedra, "ese añadido adquirió en manos de Saura un aire similar al del ballet posterior, de forma que se incrusta en el espectáculo de forma natural".
El éxito internacional de Bodas de sangre animó al trío de autores -Gades, Saura, Piedra- a continuar su colaboración, y dos años más tarde realizaron Carmen (1983), que obtuvo un premio especial en el Festival de Cannes, así como el de la Academia de Cine Británico a la mejor película extranjera, siendo además nominada al Oscar como mejor película de habla no inglesa (que finalmente obtuvo Fanny y Alexander, de Bergman). Dos años después, el mismo trío adaptó la obra de Manuel de Falla El amor brujo (1985), que clausuró el Festival de Cannes de 1986 y recibió un premio especial en el de Montreal.
Por su parte, Carlos Saura ha continuado en solitario su personal exploración de la danza en películas tan notables como Sevillanas, Flamenco, Tango, Salomé... Quizás Bodas de sangre haya sido la más aclamada. En opinión de Pedro Miguel Lamet, "sin escenas, sin paisaje, sin diálogos (exceptuando la nana interpretada por Marisol) bebemos en la danza y las imágenes toda la pasión andaluza. Sin palabras, parece oírse el ceceo cortijero; sin coro trágico, el cuerpo de danza hace aflorar los sentimientos que flotan en el ambiente, la parte versificada de Lorca". Bodas de sangre supuso un original impulso renovador en el cine musical español y una muy especial ventana en la filmografía de Carlos Saura.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 11 de marzo de 2004