En un documento del organismo público en el que trabajo he leído hoy la siguiente frase: "Se tendrá en cuenta la variable sexo y las posibles diferencias relacionadas con el género". Me sorprendió esa frase, pues no la había visto en ese tipo de textos. Pensé: "Claro, es lo que se lleva". Pero enseguida reaccioné: "No, no porque se lleve, sino porque realmente existe discriminación de género".
Y me acordé del caso de Sibel Kekilli: supe por el reportaje publicado en EL PAÍS que es la protagonista de la película Contra la pared, ganadora del último Festival de Cine de Berlín. La popularidad conseguida gracias a este premio se ha visto cuestionada porque se ha conocido que Kekilli había actuado en películas pornográficas. Y aquí entra en juego la variable sexo. Y es que para las que pertenecemos al sexo femenino es imprescindible que todo lo que esté relacionado con el Sexo sea una Variable que no varíe, que se ajuste a unas normas muy estrictas. Si hubiese sido el protagonista masculino el que hubiese actuado en películas porno, a nadie le hubiese interesado lo más mínimo. O, como mucho, se hubiesen comentado entre la hilaridad y la envidia. Pero se trata de una mujer y no se puede admitir que cualquiera pueda verla en una grabación en la que se la observa en plena actividad sexual. Otra vez la variable sexo: las mujeres cuya actividad sexual es conocida son proscritas (prostitutas, actrices porno). Sin embargo los hombres que consumen o se enriquecen con ese mismo sexo son considerados clientes, empresarios o directores de cine. No habrá igualdad entre hombres y mujeres hasta que el juicio que se haga de nuestra sexualidad no varíe según el sexo al que pertenecemos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 11 de marzo de 2004