A mis amigos de España, a través de mis amigos de EL PAÍS:
A lo largo de los años en que he andado por los caminos de España, que son siempre nuestros caminos de La Mancha, he aprendido a admirar el indoblegable amor de su pueblo por la libertad y la democracia, y la hidalguía y el valor con que siempre ha sabido defender, en no pocas luchas, estos valores que son parte de su propia identidad.
El espanto, el dolor y la indignación me abruman. La cobardía alevosa con que han sido cometidos los actos de terrorismo criminal que han cegado tantas vidas inocentes, no admite ninguna clase de dobleces para condenarlos, y no hay causa posible que pueda justificarlos, si es que puede haber detrás de ellos algo que merezca el nombre de causa.
Y no doblegará el terror criminal de ninguna manera, estoy seguro, el espíritu del pueblo español, ese espíritu que conozco, quiero, comparto como propio y admiro, y ésta sólo será una dolorosa lección más para seguir aprendiendo a mirar hacia el futuro, donde no habrá un día ni terror ni miedo, también estoy seguro.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 13 de marzo de 2004