No llores, Madrid. Hoy has conseguido poner en cuarentena tu sambenito de ciudad inhóspita y me has vuelto a mostrar esa faz oculta que sólo se conoce si se habitan durante varios lustros tus entrañas.
Por eso, hoy muchos se encontrarán con tu lado más humano; descubrirán que dispones de barrios humildes y ciudades-dormitorio, de gentes que madrugan mucho y, apretujadas, con fiambrera en mano, acuden en trenes y autobuses a trabajar o a estudiar; que eres capaz de actuar con diligencia y prontitud ante una situación de emergencia, volcándote en la atención a los heridos; que muestras discretamente y sin alharacas tu vigor solidario, tu hospitalidad.
Y es así como te recordaba, cosmopolita, acogedora, entrañable. Esta tarde del 11-M, viendo la televisión y hablando por teléfono con "mi" gente de Madrid, me he emocionado y, después de muchos años, he llorado.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 14 de marzo de 2004