La victoria de José Luis Rodríguez Zapatero ha dejado a Tony Blair sin su gran aliado político en Europa en dos materias particularmente sensibles para él, Irak y las reformas económicas, y constituye un serio aviso sobre la capacidad de los electores de cambiar de posición ante unas elecciones cuando se sienten engañados por sus gobernantes. Aunque Blair ha mantenido relaciones particularmente buenas con José María Aznar, había empezado a forjar puntos comunes con Mariano Rajoy, sobre todo en materia económica. Pero la victoria de Zapatero lo ha desbaratado todo. En los últimos años, las relaciones entre el PSOE y el Partido Laborista han sido difíciles, lastradas por el buen entendimiento entre Blair y Aznar. Y las posiciones radicales adoptadas por Zapatero sobre Irak se vislumbran como el mayor problema, o al menos el primero a afrontar. Blair y Zapatero hablaron ayer por teléfono durante un cuarto de hora y quedaron en verse en cuanto el español sea investido. Downing Street dice que fue una charla "cálida y amistosa" centrada en Irak y otros temas no especificados.
El compromiso de Zapatero de retirar las tropas españolas de Irak "si la situación no cambia" crea el primer quebradero de cabeza a Blair. "Ahora más que nunca es el momento de redoblar nuestros esfuerzos para que cambien las cosas", aseguró el portavoz oficial de Blair en su habitual rueda de prensa, aunque no quiso precisar si eso significa sólo mejorar la situación sobre el terreno o la posibilidad de que haya una nueva resolución en el Consejo de Seguridad que permita a Zapatero justificar la presencia de soldados españoles bajo su paraguas.
La victoria de Zapatero puede alterar también los equilibrios en el seno de la UE y debilitar ese bloque heterogéneo que Blair ha ido formando en paralelo al eje franco-alemán y a menudo enfrentado a él, con España, a veces Italia, a menudo los países escandinavos y cada vez con más frecuencia los países de la ampliación.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 16 de marzo de 2004