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Crítica:JUEGOS

Cabriolas sobre pedales

Una nueva moda en los videojuegos está empeñada en unir el deporte extremo a una actitud gamberra. No es que los programadores quieran demonizar a los practicantes de estos deportes. Lo que sucede es que de esta forma se obliga al público a realizar más acciones dentro de una carrera, lo que la convierte en más emocionante que el simple hecho de llegar antes que los demás.

Por algún lado tenían que salir los efectos de programas como Jack Ass de MTV. Los creativos de Codemasters han recuperado No Fear Downhill Mountain Bike, lanzado en 2000 para PlayStation, le han hecho un lavado de cara a nivel gráfico y le han añadido la posibilidad de comportarse como un vándalo para desbancar a los contrincantes a puñetazo limpio, lo que no le ahorrará polémicas. El juego no ha traducido las voces al castellano.

Downhill Domination

Desarrolla: Codemasters

Distribuye: Proein

Plataforma: PlayStation 2

Género: Deportivo

Edad recomendada: Mas de 3 años

Precio: 60 euros

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El objetivo es ganar carreras de bicis de montaña, acumular dinero para comprar mejores velocípedos y acabar siendo un deportista famoso, guapo y deseado por los fans. Hay ocho ciclistas para elegir entre chicos y chicas, cada cual con sus habilidades.

Seleccionado el que más guste, lo primero es pasar por la tienda y elegir el equipo mínimo para, a continuación, entrar en una fase de entrenamiento donde aprender a realizar hasta treinta piruetas distintas en el aire, cada cual más espectacular y, en consecuencia, más peligrosa para los huesos del deportista.

Todo este aprendizaje se supone que hay que ponerlo en práctica en carreras de vértigo a través del Gran Cañón del Colorado, los Alpes Italianos o el monte Imasaki en Japón.

La velocidad y lo intrincado de los circuitos dificultan en gran medida lucirse haciendo figuritas en el aire pero con mucha práctica y memorizando el recorrido al final se consigue.

No acaban ahí las complicaciones. Nadie ha enseñado a los animales del bosque a apartarse en cuanto ven una bicicleta, ni tampoco los alpinistas esperan encontrarse en su ascenso frente a frente con diez locos montados en sus bicis y pocas posibilidades de frenar.

Así que además de esquivar rocas y árboles hay que intentar no chocar contra un reno o acabar abrazado a un señor con barba y gorro de lana. El resultado es un juego con más opciones como para justificar el desembolso.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 18 de marzo de 2004