Hoy ha amanecido un día soleado en Madrid y he tenido la sensación de despertar de un mal sueño. Enseguida me han vuelto a la cabeza las atroces imágenes del atentado y el dolor mudo de la muerte cercana. Pero he podido respirar. Me he sentido libre y llena de esperanza. Se acabó el gobierno del PP. Se acabaron sus desmanes omnipotentes, sus declaraciones chulescas. Se acabaron sus mentiras y su desprecio.
Entramos en una nueva etapa que me llena de ilusión y optimismo. No eran reformas fiscales o plazas en las guarderías: lo que estaba en juego el domingo era nuestra ciudadanía y nuestra democracia. Y la mayoría de los ciudadanos ha votado a favor de la democracia, a favor de la humildad, a favor de un futuro con voz para todos. Creo que el PP nos debe a todos una disculpa. A quienes han sufrido en su carne la metralla. A sus votantes. A todos los ciudadanos que hemos demostrado que creemos en las instituciones y que creemos en la posibilidad de convivir sin enfrentamientos, haciendo verdadera política, respetado el derecho a decir y escuchar. Hemos demostrado que no nos hacen falta armas para gobernarnos, que nos basta la manifestación pacífica, la palabra, los votos, que no queremos mentiras, que queremos un país tranquilo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 18 de marzo de 2004