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Reportaje:UN PAÍS DE CINE 2

'Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto'

EL PAÍS ofrece la primera película del realizador Agustín Díaz Yanes

En 1995 debuta en el cine español en calidad de director el ya acreditado guionista Agustín Díaz Yanes. Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, con Victoria Abril, Federico Luppi y Pilar Bardem en sus papeles protagonistas, fue uno de los grandes éxitos de crítica y público de la temporada. EL PAÍS ofrece mañana sábado, por 5,95 euros, a quien adquiera un ejemplar del diario, su versión en DVD.

Acreditado guionista cinematográfico, Agustín Díaz Yanes había cosechado buenos éxitos con Belmonte, de Juan Sebastián Bollaín, y especialmente con tres películas interpretadas por Victoria Abril (Bâton Rouge, de Rafael Moleón; A solas contigo y Demasiado corazón, ambas de Eduardo Campoy). Cuando le dio a leer a la actriz su nuevo proyecto, Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto, ésta le animó a dirigirlo, ofreciéndose a interpretarlo. Victoria Abril estaba decepcionada de su experiencia norteamericana (Jimmy Hollywood, de Barry Levinson) y quería regresar al cine español con un personaje tan potente como el de esta película: "Es una personaje real, de hoy, del Madrid de 1995. Me siento representando a millones de mujeres de carne y hueso, no es una heroína de gimnasio. Es de las que se callan, cuya vida se desarrolla en una sociedad difícil, y más aún para las mujeres".

"No es habitual en nuestro cine una primera película tan rica y tan madura"

El director novel se rodeó de un buen equipo de profesionales: Paco Femenía en la fotografía; Benjamín Fernández en la decoración, "que, como no teníamos dinero para rodar en México, lo reconstruyó en Madrid"; José Salcedo en el montaje; Bernardo Bonezzi en la música, y especialmente el ayudante de dirección, José Luis Escolar, "el técnico más importante que ha tenido el cine español", en palabras del director. El resultado fue, en opinión de Antonio Muñoz Molina, "una película tan admirable, tan bien imaginada y contada, que no parece posible que sea la primera de su director. (...) Alguien debería averiguar por qué razón es tan difícil que el cine de nuestro tiempo retrate con veracidad las vidas de la gente trabajadora. Por eso me ha sorprendido y me ha conmovido tanto el retrato que hace esta película de la vida y de la dignidad de los pobres. (...) A Agustín Díaz Yanes le debo las horas más intensas que he pasado en un cine desde hace no sé cuánto tiempo".

Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto narra la compleja historia de la esposa (Victoria Abril) de un banderillero que, aterrada tras una cogida sufrida por el marido, se dedica a la bebida, y más adelante, tras instalarse en México sin esperanzas, sobrevive ejerciendo la prostitución. En tal tesitura, presencia involuntariamente la muerte de dos policías, y ello la convierte en blanco de los asesinos, huyendo de los cuales regresa a España a refugiarse con su suegra (Pilar Bardem), la madre que nunca tuvo. "Díaz Yanes agarra de las tripas al espectador desde el mismo prólogo y trata de estrujárselas como una tenaza, sin darle respiro, hasta el final. Se lanza al ruedo a matar -es un confesado admirador del arte taurino-, sin hacer concesiones, y hace brotar el lirismo a partir de la sangre y la violencia", escribió Daniel Monzón en Fotogramas, opinión compartida por José Ramón Rey en el diario Ya: "Tiene un arranque tremendo, impactante, de los que dejan al espectador prendido de la pantalla. Y en ese arranque aparece ya el primer ejemplo de magnificencia interpretativa de Victoria Abril, del que dará una lección a lo largo del metraje. Después, el buen guionista que es Agustín Díaz Yanes complica la historia, presenta personajes, los retrata y crea una atmósfera apasionante. Nadie sabe qué va a ocurrir, qué puede pasar. Y las situaciones se resuelven de forma imprevista".

Victoria Abril obtuvo por este trabajo el premio de interpretación en el Festival de San Sebastián, mientras la película se alzaba con el premio especial del jurado, lo que no fue más que el inicio de una serie de galardones. Ocho premios Goya correspondientes a mejor película, director novel, guión original, actriz protagonista, actriz de reparto (Pilar Bardem), montaje, música y dirección de producción; los premios Ondas (película, director, actriz y actor, Federico Luppi); el Sant Jordi de la crítica catalana (película y actor), entre muchos otros, y fue invitada a participar en numerosos festivales internacionales: Miami, Praga, Rotterdam, Cartagena de Indias, Guadalajara (México), Sorrento, Huesca, Wellington, Cartago, Bruselas, Londres, Viena y Portland, "una carrera ciertamente inusual en la producción comercial española", según M. Torreiro, que matizaba: "Esta película no sería nada sin el trabajo de sus actores, de todos, pero en especial de dos actrices: Victoria Abril, cuya caracterización es de las que deben enseñarse en las escuelas de interpretación, aunque se sepa que nadie podrá superarla. Y Pilar Bardem, a quien el destino ha premiado, por fin, con el reconocimiento que su inmenso oficio se merecía. A esas mujeres debe Díaz Yanes la solidez, desacostumbrada en una ópera prima, que transmite su película. Y es su mérito, qué duda cabe, haberles sabido extraer a ambas, y a unos secundarios de auténtico lujo, un trabajo de ésos que quedan en los anales".

La película fue igualmente elegida como la mejor española de 1995 por 16 escritores convocados por La Esfera, lo que motivó que Manuel Pérez Estremera escribiera en El Mundo: "Creo que no es habitual en nuestro cine una primera película tan rica, tan madura, tan adecuada narrativa e industrialmente, y creo que, ante tantos elementos de interés, no cabe otra cosa que apoyar esta línea de trabajo, a este autor y a estos profesionales para que tengan una rápida continuidad".

Sin embargo, no fue así. Tras el enorme triunfo logrado con su primera película, Agustín Díaz Yanes tardaría seis años en dirigir su segundo largometraje, Sin noticias de Dios (2001), con el que no obtuvo un éxito similar. Prepara ahora su tercera película, basada en El capitán Alatriste, de Arturo Pérez-Reverte.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 19 de marzo de 2004