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Valencia quema las fallas y deja atrás un tibia edición de la fiesta

Un enjambre de hogueras, ceniza y humo puso fin anoche en Valencia a la corta vida de los monumentos falleros de 2004. A las once las llamas se hicieron con los ingenios de las fallas infantiles y hasta bien pasada la 1.00 la sucesión dejó en la memoria las alegorías de cartón al cine o la coentor, a la mujer o las bellas artes, a los viajes a Camelot o a las aventuras de corsarios. Ni la más alta, ni las más cara, ni la más preciosista o la más ingeniosa se libraron del ritual con el que el fuego da la bienvenida a la primera. No han sido las fallas que se esperaba. La sombra del luto por los atentados del 11-M ha estado presente hasta el final. Pero el protocolo y los fervores de la fiesta se hicieron hueco y anoche vivieron el momento más intenso. 380 monumentos plantados en su mayoría en cruces de calles consiguieron atraer la atención de decenas de miles de personas, entre una interminable retahíla de petardos y olor a churros y a buñuelos.

Y junto a los espectadores, los profesionales de la cremà. 150 policías estuvieron anoche de ronda -de los 700 que hubo operativos durante toda la jornada-, 80 bomberos del Ayuntamiento y 430 del Consorcio Provincial repartidos en 77 equipos con 110 vehículos movilizados. Cada año el despliegue se apoya en especialistas de otras comunidades. Los hubo de Madrid, de Castilla-La Mancha, de Murcia... Y los hubo de más lejos. Entre las mangueras y las escaleras, se colaron 23 efectivos de Protección Civil de Suecia, y dos jefes del parque de Liverpool (Reino Unido).

Música, lágrimas, aplausos, carreras y risas cerraron anoche una fiesta de la que hoy, a diferencia de otros años, sí quedan restos. La resaca se prolonga hasta mañana con mascletà y castillo. El lunes volverá a empezar un hacer que tendrá forma y color dentro de un año.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 20 de marzo de 2004