¿Gente corriente? No tanto. Ángel Luis tenía tantos amigos que "había que hacer cola para hablar con él"; sus hermanas Mayte y Angelines afirman que lo normal era justo lo que menos le gustaba. Carlos Alberto era un chico diez, un amante del saber. Su último alarde: conseguir una de las 10 plazas sacadas a oposición para el Instituto de Comercio Exterior, frente a otros 900 aspirantes. Cipriano, analfabeto hasta los 13 años, pastor, murió con 55, con los suyos definiéndole así: socialista sin carné, magnate sin fortuna, maestro sin título. Los amigos de Francisco le querían tanto que, en el entierro, su propio padre tuvo que ir a consolarles y darles el pésame. El marido de Miryam dice que bailaba las sevillanas de maravilla y tenía "eso que llaman duende". En cierto sentido, todos tenían duende, al menos para sus seres queridos.
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* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 21 de marzo de 2004