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LOS DISCOS DE TU VIDA 2

'Blondes have more fun', de Rod Stewart

Lanzado en 1978, Blondes have more fun contiene D'ya think I'm sexy?, un número 1 donde Rod Stewart adapta su estilo a la disco music. Excepto por la versión de Standin' in the shadows of love, que fue éxito para los Four Tops, todos los temas de Blondes have more fun son composiciones suyas, hechas con Carmine Appice, Jim Cregan y otros músicos de su banda. A partir de mañana, jueves, EL PAÍS lo pone a la venta por 5,95 euros.

Roderick David Stewart es londinense (10 de enero de 1945) pero exhibe su sangre escocesa con una militancia que llega al umbral del nacionalismo. En realidad, toda la vida pública de Rod Stewart encadena máscaras y leyendas. Verdaderas o exageradas, sus historias revelan bastante sobre Rod. Cuenta que, en 1961, entra en el Brentford Football Club, entonces en la Segunda División inglesa, pero lo deja al ver que no hay hueco para él en el equipo principal. Supuestamente, al año siguiente, vagabundeando por la costa mediterránea, se cuela en el Nou Camp y asombra a los jugadores del Barça, que sugieren ficharle. Menos triunfal es la continuación: aplicando la Ley de Vagos y Maleantes, la Guardia Civil le detiene y deporta.

Rod es, como tantos compañeros de generación, un actor en busca de personaje. En tiempos de los beatniks va de cantante de folk con militancia antibelicista, hasta que descubre la elegancia de la tribu mod. Rod The Mod rueda por los clubes con diferentes grupos. Graba pero sólo destaca cuando el deslumbrante Jeff Beck le ficha como vocalista de su proyecto particular. El Jeff Beck Group ofrece rock a lo Led Zeppelin... antes de tiempo. Aparte, el guitarrista no pone el suficiente empeño (así, renuncia a aparecer en el festival de Woodstock por vagancia). Y Rod sufre al tener que desgañitarse entre decibelios.

Encuentra finalmente su hueco al juntarse con otros mods evolucionados, los supervivientes de The Small Faces. Al frente de The Faces, Rod se convierte en héroe de ese público británico que no quiere complicado rock progresivo, sino canciones para acompañar noches cerveceras. Para muchos, se transforman en los nuevos Rolling Stones cuando Jagger y compañía se trasladan a la Costa Azul. Astutamente, en 1969 Rod logra algo tan insólito como compatibilizar dos contratos exclusivos: con The Faces está en Warner; como solista graba para Mercury.

Mientras que The Faces se divierten como bárbaros, Rod elabora cuidados discos en solitario, a veces cercanos a la sensibilidad fo lk. Esa doble vida creativa se mantiene hasta 1975, cuando el vocalista decide que ya puede volar solo y combinar ambas facetas, el rock alborotado y las canciones profundas. Es una decisión acelerada por su amor al dinero: no soporta los altísimos impuestos británicos y se instala en EE UU, donde, le aseguran, hay gran mercado para él.

Los Estados Unidos del exceso y del hedonismo son perfectos para Rod. Le gusta exhibir sus lujos de millonario y su afición por las bellas mujeres, preferentemente modelos y actrices rubias. El público estadounidense queda fascinado por semejante dandi. Canta tiernamente Tonight's the night, sobre la seducción de una virgen, y al año siguiente compone The killing of Georgie, su respuesta al asesinato de un amigo gay. Esculpe baladas como The first cut is the deepest y luego se pone de rockero lúbrico con Hotlegs.

Blondes have more fun se hace bajo la dirección de su productor habitual, el gran Tom Dowd, y alterna ambas caras de Rod. Entre Dylan y los Stones, es un disco de sonido clásico, excepto por el tema discotequero: D'ya think I'm sexy?, que le permite llegar por vez primera a lo alto de las listas estadounidenses, aunque también le crea problemas. El brasileño Jorge Ben considera que es un plagio de su Taj Mahal y Rod reacciona de forma característica: dona los derechos de la canción a Unicef, no puede soportar que le saquen dinero del bolsillo. "Así es Rod", le justifican sus amigos.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 24 de marzo de 2004