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OPINIÓN DEL LECTOR

Retrato en gris

El cementerio de Carabanchel es el único lugar al que ha llegado la primavera. Faustinos, Julias, Amandos y Migueles descansan con nardos o claveles completamente abiertos a sus pies. El colorido de las flores contrasta con el oscuro mármol, con los negros crespones de una soledad que se ha hecho aún más infinita, que se ha vuelto aún más solitaria, desde que el jueves 11 de marzo alguien se dejara abierta la puerta del cielo. Por la rendija se escaparon más de doscientas almas. Mientras se disipaban mis sueños, una cálida y grave voz hacía esfuerzos por colarse entre las tinieblas de aquella mañana de invierno. Como siempre, Iñaki. "Hoy es un día negro para la historia de España".

Una oración como ésa es suficiente para despertar mi corazón, que se encogió violentamente, deprisa, como queriendo que toda la sangre empujase a las lágrimas tras los ojos. Y lo consiguió. La decepción, la rabia, las colas ante furgones blancos necesitados de otras sangres. Al tiempo, delicadas manos esparcidas por el suelo; entretanto, fortalecidos miembros yaciendo inertes; sin pensarlo, Madrid se esparcía por las vías del tren. El alma del foro parecía el agua de un suelo recién fregado, casi no se veía. Ojos rojos y tristes, indignación. "¡Democracia!" -grito en la Puerta del Sol. Alguien grita conmigo pero me siento solo. Aún resuena en mis tímpanos la explosión sanguinolenta que no llegué a escuchar.

De camino a Colón, todo un subterráneo vacío, los escarabajos cosmopolitas van cabizbajos, su bola mayor aunque de costumbre... y venga a ensalivarla. La bandera gigante está perezosa esta mañana, sólo llega hasta la mitad del mástil mientras que la gran gaviota de Génova vuela alto todavía, y Aznar y su labio superior, esos dos seres independientes, rebañan el suceso de Atocha. "Los mataron por su condición de españoles". Creía que eran personas.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 24 de marzo de 2004