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Editorial:

Cubanos silenciados

Fidel Castro quizás pretendía que el ruido de la guerra de Irak tapara uno de sus más crudos embates contra la disidencia cubana. No es así. Que un año después de su detención 75 opositores y periodistas disidentes sigan en la cárcel, algunos de ellos seriamente enfermos, es una vergüenza que nada puede ocultar.

Los 75 opositores, entre ellos el poeta y periodista Raúl Rivero, fueron detenidos días antes de que empezara la invasión de Irak y sometidos un mes después a juicios sumarísimos, sin acceso a sus abogados, para verse condenados a penas que varían de 6 a 25 años, uno de los peores golpes en décadas contra la disidencia. En las cárceles están en condiciones infrahumanas: 13 se encuentran hospitalizados bajo custodia policial, como Óscar Espinosa Chepe, por ejemplo, aquejado de cirrosis hepática y tumores cancerosos.

La oposición no se ha recuperado aún de este duro golpe. Y, además, la represión y el recorte de las libertades ha avanzado hasta los últimos rincones. En enero, el régimen introdujo unas leyes que, contraviniendo todos los principios sobre libertad de información, han dejado, de hecho, a la mayor parte de los cubanos sin acceso a Internet. Sólo aquellos particulares o empresas reconocidos y con cuentas telefónicas especiales pagables en dólares -lo que deja a la mayor parte de los cubanos sin posibilidad alguna- tienen acceso a la Red.

El encarcelamiento de estos pacíficos disidentes y periodistas muestra que el castrismo no es ya sólo una anacronía, sino una aberración.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 24 de marzo de 2004