El lomo de un dragón, un ajo bajo una cruz de cuatro brazos, arcos catenáricos y chimeneas curvas con sombrero, lavaderos y una gran sala con balcón en forma de alcachofa. La Casa Batlló, construida por el arquitecto Antoni Gaudí, enseña desde hoy al público por primera vez estas y otras cosas situadas en la buhardilla y la terraza. Y hay mucho que ver allí arriba. La familia Bernat, dueña del edificio, ha elegido el centenario de la casa barcelonesa para abrir estas dependencias al público. Hasta ahora, las visitas a esta joya modernista construida entre 1904 y 1906 se limitaban al resto de las plantas, salvo la azotea, el desván y el tercer piso, ocupado por los descendientes del antiguo propietario, el empresario textil Josep Batlló. Los arcos catenáricos del desván recuerdan los del convento de las Teresianas del barrio barcelonés de Sant Gervasi. "Son como cadenas invertidas que no precisan contrafuertes y se mantienen en equilibrio", señalaba ayer Daniel Giralt Miracle, experto en Gaudí y comisario del año que se dedicó al arquitecto en 2003. La casa, que el año pasado fue visitada por 300.000 personas, también tiene algo de espiritual y misterioso. De la terraza, el experto Juan José Lahuerta ha escrito: "Es el lugar más cercano al cielo, en el que se producen las mayores ofrendas de la imaginación de Gaudí".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 25 de marzo de 2004