Rocío Molina, malagueña de 19 años, destacaba ya en el conjunto de María Pagés y ahora se lanza en solitario. Esa soledad del escenario debe ser casi asustante para ella. Aunque es profesional con un oficio, con un saber estar, y enseguida se sitúa y maneja adecuadamente la situación. Comienza por guajiras, estilo de melodía muy dulce que pide evoluciones cadenciosas y de una cierta sensualidad. Después de la soleá, género en que hizo lo mejor y lo peor de su arte. Lo mejor, el conocimiento indudable de la técnica, aciertos estéticos que dan mucho y buen juego a brazos y manos, un voluntarismo que la lleva a querer hacer mucho en un solo baile. Sus soleares se prolongaron excesivamente, permitiendo tiempos muertos que se empleaban en paseíllos e incluso alguna que otra pausa. Esas mismas soleares sin el relleno que les sobra ganarían en sentido y convicción. Rocío Molina debería reflexionar sobre ello, porque es bailaora con futuro profesional que puede ser importante.
VI Festival de Flamenco Tío Luis el de la Juliana
Baile: Rocío Molina, con Falo y Manuel Gago (cante), y Antonia Jiménez y Paco Cruz (toque). Colegio Mayor Isabel de España. Madrid, 24 de marzo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 26 de marzo de 2004