En algunas cuestiones educativas, observo con absoluta perplejidad las propuestas generadas bajo el Ministerio de Educación saliente. Durante los últimos años he tenido la desagradable impresión de desconocer el significado de las palabras, el sentido de las acciones. En ocasiones, necesito aclarar las acepciones y sentidos de los términos. Por ejemplo, según el Diccionario de Sinónimos y Antónimos de Sopena, reformar es sinónimo de mejora, renovación, progreso y evolución, pero también de modificación, reorganización, y reparación. ¿en qué sentido se ha elaborado el decreto regulador del Título de Especialización Didáctica?. Al igual que alternancia no es sinónimo de alternativa, reforma no es, al menos en este caso, sinónimo de progreso o mejora.
En un momento como el actual, en que algunos autores han dado en denominar nuestra cultura occidental como la "cultura de la fragmentación" debido al impacto de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, cobra especial relevancia para un ciudadano desarrollar la capacidad para seleccionar, organizar e integrar información más que recordar o recuperar información en términos cognitivos. Los métodos y recursos educativos así como su disposición en el aula para generar contextos culturalmente estimulantes es una función docente directamente relacionada con la formación pedagógica del futuro profesorado de los institutos de bachillerato. Con este diseño del Título de Especialización Didáctica se plantea efectivamente un pobre bagaje formativo del profesorado en estas cuestiones y, por defecto, se vuelve a considerar el contenido y su dominio por parte del profesorado (matemáticas, lengua, etc.) como el elemento clave de su formación, cuando los diferentes estudios e informes elaborados a partir de encuestas al profesorado en activo señalan estas carencias como áreas deficitarias de su cualificación profesional.
Siguiendo las palabras de Antonio Muñoz Molina, los institutos de bachillerato son los lugares no sólo de un aprendizaje solvente acerca del mundo y de las cosas, sino también de la formación de la ciudadanía. Es en el instituto donde uno empieza a ser adulto, a disfrutar la autonomía personal y cobrar conciencia de sus responsabilidades. ¿Es así como lo vamos a lograr? ¿realmente estamos en el camino adecuado para lograr que el bachillerato cumpla esta función? Yo creo que no.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 26 de marzo de 2004