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DON DE GENTES

Pensamientos únicos

Creo que, últimamente, si no te has dedicado a la prostitución de lujo en algún momento de tu vida, no eres nadie en el mundo de la pequeña pantalla.

TENGO PODERES. No tantos como Zapatero, pero unos pocos. Los míos, por suerte, son de nacimiento. Mis poderes son paranormales, los de Zapatero son por un tiempo y según cómo se porte. Yo es que nací, está feo decirlo, con una flor en el culo. En principio todo estaba en mi contra; quiero decir, que mis padres no querían tenerme, porque ya tenían muchos hijos, y es lo que te pasa cuando tienes mucho de una cosa, que para qué más. Quieras que no, yo percibía ese rechazo inicial desde mi vida acuática en el vientre materno. Yo de esto ni me acordaba, pero me lo descubrió un hipnotizador que fue a la tele cuando yo trabajaba en Tele 5 haciendo guiones para Cruz y Raya, porque yo a Cruz y Raya los he visto crecer a mis pechos como quien dice. Con esto quiero decir que tengo un background y un bagaje, o sea, que no he salido de la nada ni he llegado hasta donde estoy por enchufe o por haberme dedicado a la prostitución de lujo, que creo que últimamente si no te has dedicado a la prostitución de lujo en algún momento de tu vida no eres nadie en el mundo de la pequeña pantalla. Y conste que yo no tengo nada en contra de la prostitución, y menos si es de lujo, pero seré sincera: no doy las tallas. Cada una, oyes, tenemos nuestras limitaciones. Precisamente por esas limitaciones físicas que me colocaban en las antípodas de la mítica Malena Gracia, tuve que decantarme por lo intelectual, y fui guionista de Cruz y Raya, esos cómicos sin igual. Pero a lo que iba, aquel hipnotizador televisivo me retrotrajo a mi época fetal y descubrió que, ay, no fui una niña deseada. Dicho asunto bien podría haberme acomplejado desde esos primeros días en que mis hermanos me miraban apoyados en la cuna y decían: "Es gorda y roja" (dos cualidades, por cierto, que creo seguir teniendo); pero no, en vez de deprimirme, saqué a relucir mis poderes paranormales a los pocos días de vida y conseguí que a mi padre le tocara la Lotería del Niño. Todos cambiaron bastante su actitud hacia mí, me cambiaban de pañales y de vez en cuando me sacaban de la cuna para estimular mi psicomotricidad. No tengo queja, de verdad. Y, encima, la suerte ya nunca me ha abandonado. Hay gente de mi familia que antes de realizar una operación en Bolsa, por ejemplo, me toca la chepa. Creo que es un ejemplo bastante gráfico y ustedes pueden hacerse una idea del concepto que tienen de mí en mi familia. Lo de Zapatero, ya digo, son poderes distintos; no es de genética, como lo mío, ya es una cosa para la que tienes que estudiar, presentarte a unas elecciones...; en fin, que tiene su curro, y encima, una vez que tienes poderes, has de cumplir con todos. Cumplir con los gays, con los pacifistas, con las tropas, con los socialistas y los nacionalistas vascos, con los catalanes, con Bono, con Ibarra, y con Sonsoles, qué caramba, que también es una mujer que late y pide lo suyo, como cualquiera de nosotras. Para empezar, Zapatero tiene que cumplir con Zerolo. No en un orden carnal, cuidadito, sino en el estrictamente legal. Zerolo se casa. Tiene ajuar, novio y ganas (que es lo principal); pero, claro, tienen que legalizarle los matrimonios gays. Llamé a Zerolo para decirle que tengo yo el capricho de hacer de madrina, y así me quitaría el gusanillo de llevar mantilla, que es como una horterada de esas que siempre he querido hacer, pero que por la gilipollez de ser una progre, como me llama Peñafiel, no la he cumplido. Pero no quisiera desde esta columna poner nervioso a Zapatero (aunque lo veo difícil). Yo sé que en estos días mucha gente le hará la pelota, muchos serán los Urdacis que llamarán a las puertas de Ferraz diciendo: "¡Yo también puedo hacerlo!". Desde aquí te lo digo, Zapatero: yo no quiero nada para mí, sólo lo quiero para España. A fin de que le sirva de guía en esta nueva etapa que todos hemos comenzado, le he mandado por correo urgente un libro que le dará luz cuando el camino esté a oscuras (mi prosa se parece cada día más a la de Ibarretxe). El libro está compuesto de pensamientos, no de Niestzche ni de Montaigne ni de Baltasar Gracián. Son de Bush, que van como más al grano y también son más actuales, qué caramba. Me fastidia no habérselos mandado antes, cuando Zapatero se las tuvo que ver con Powell o con Blair, pero habrá tiempo. De política exterior, por ejemplo, voy a citar una frase que dijo el enigmático Bush en septiembre de 2000: "Tendré una política exterior orientada hacia el extranjero". A mí esta frase me toca la fibra, qué quieren. Y no digamos esta otra que pronunció en el mismo mes del mismo año y que entra más dentro de un orden de lo económico (ojo al dato, Miguel Sebastián): "Nuestras importaciones nos llegan cada vez más del extranjero". Pero hay un pensamiento de Bush que yo destacaría por su humanismo visceral, dice así: "Ante todo, queridos amigos, quiero dejarlo muy claro: los pobres no tienen por qué ser necesariamente asesinos". Este pequeño libro rojo que destila la esencia del alma bushoniana es una puerta abierta a la esperanza; creo que cualquier líder en sus primeros días de mandato, con todo el futuro preñado de interrogantes, debería leer cosas como ésta: "No sé si estoy preparado para el puesto. Y si no lo estoy, ¿qué más da?". Dicen las malas lenguas que Bush es disléxico. Y yo os pregunto: ¿es que un disléxico no puede llegar a ser presidente de Estados Unidos? Miradme a mí: fui niña disléxica y he llegado a ser escritora. Lo que yo digo: ¿Por qué ponerle puertas al campo?

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 28 de marzo de 2004