Selecciona Edición
Selecciona Edición
Tamaño letra
COLUMNA

Tras-Os-Montes

De todas las tierras peninsulares, tal vez Tras-Os-Montes es la más remota vista desde Valencia, la más lejana sin serlo físicamente, la más exótica.

Pocos vecinos de la comunidad viajan por aquella demarcación misteriosa, y como soy uno de ellos, no sé quién me eligió, regresé el último fin de semana al nordeste de Portugal. A la región bravía que surge aguas abajo del Duero, donde volví a recorrer las ciudades de Tras-Os-Montes, tan lentas, limpias y legendarias, con sus casas de piedra, sus castillos y parques, y luego los viñedos donde se cultiva la uva del vino de Oporto, y los trenes que bordean el río, y las aldeas donde viven niños que cabalgan jumentos, y ancianas que cubren su cabeza con velo negro cristiano.

Es bueno a veces salir de España sin moverse de Iberia. Observar el país ruidoso y diverso desde aquella paz transfronteriza. Entrar en sus viejos cafés donde personas conviventes y arraigadas tejen cada tarde la memoria de los distritos de Bragança y Vila Real; la convierten en una literatura mítica, trenzada de verdades y cuentos que pasan de padres a hijos, de abuelos a nietos, de vecinos entre sí. Cafés donde aún viven quienes hace mucho que están muertos. Muertos que escuchan hablar a sus descendientes, como personajes de Juan Rulfo. Muertos que sonríen junto a las copas de vino, bajo el pulso de los relojes de pared, entre unos camareros que parecen sabios. Y luego España lejos, muy lejos, con su riqueza y su estruendo, y también con eso que no comprenden los portugueses: la gran ebullición de las diferencias y las identidades. Porque el porvenir no es puro sino mestizo: el propio de un país de españoles y de inmigrantes, nuevo reino republicano, democrático y cosmopolita. Un país que acaso también se construya cultivando los valores de nuestros vecinos portugueses: la mesura, la amabilidad, incluso la melancolía. Nuestro futuro es Europa, claro, la patria europea, pero no está de más empezar por ser ibéricos, un paso intermedio entre España y el continente; y todo eso lo entendí muy bien en Tras-Os-Montes.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 30 de marzo de 2004