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Crítica:CLÁSICA | Rudolf Barshai

Viejo y sabio

Rudolf Barshai (Labinskaia, 1924) es uno de esos hombres viejos y sabios. Retirados Giulini y Sanderling, hoy el maestro ruso-israelí es el ejemplo más claro de un pasado lleno de gloria y de drama, que se va irremisiblemente y que nos dejará un poco huérfanos.

Era más lógico esperarle en Shostakóvich, pero el formato de la Orquesta de la Comunidad de Madrid y el razonable deseo de ponerse a prueba en la difícil -por aparentemente fácil- pareja Haydn-Schubert explican su programa. El concierto fue una suma de pequeñas lecciones más que una impresionante demostración de sabiduría. Las obras se fueron construyendo poco a poco, sobre una marcha tranquila y sin agobios. Quizá por eso los mejores momentos pertenecen al corazón de cada una de las dos sinfonías escuchadas, cuando se había alcanzado la velocidad de crucero: el Minueto de la 86 de Haydn y el Scherzo de La Grande de Schubert. En aquélla, primorosamente cantado el trío; en ésta, dicho todo mirando más a una felicidad deseada que a una frustración evidente. Detalles preciosos, ejemplos de eso que se predica de los directores "muy musicales" los hubo a docenas y primaron sobre la visión de conjunto.

Orquesta de la Comunidad de Madrid

Director: Rudolf Barshai. Obras de Schubert y Haydn. Auditorio Nacional. Madrid, 30 de marzo.

Para la orquesta, se trataba de una sesión importante que salvó con buena nota. El público fue consciente del maestro que tenía delante y le despidió con el cariño que se reserva a los más grandes cuando, además, nos hacen felices.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 1 de abril de 2004