Sevilla, en algunas de sus calles, se ha perfumado de azahar, pronto comenzarán su rito de visitas y de cultos los cofrades. El pregonero de la prisa, el impaciente claxon se adueña desde las primeras horas de la mañana del paisaje urbano y le da un toque multimedia al tráfico de la ciudad.
Centenares de miles de historias continúan su trama, trabajo, paro, soledad y desarraigo, competitividad y entrega solidaria. Tantas circunstancias y sentimientos como vidas.
Pequeños dramas, grandes tragedias, la realidad a fin de cuentas, el día a día que filósofos anónimos estudian a pie de calle. Las tertulias improvisadas en la barra de taberna, la irónica visión de una actualidad que se mueve al céntimo, en esos monederos reticentes a vaciarse en plazas y mercados.
Los esbozos de futuro, correteando hacía sus colegios o alborotando en casa. Los abuelos administrando su presente y en muchas ocasiones ejerciendo de canguro agradecido. Los jóvenes mirándose el ombligo por miedo a enfrentarse a lo corto de su bagaje. Y todos, cumpliendo a sabiendas o no, su papel en la comedia del mundo.
Alrededor de todo eso, envolviendo el devenir de la rutina... la Política.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 2 de abril de 2004