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Crítica:CONCIERTO BARROCO

Una lección de sensibilidad

Tienen los conciertos de la Complutense un tono, un estilo y una audiencia de las mejores de nuestra capital: mayoritaria en filarmónicos de rigurosa y honda formación superior, carece de cierta dosis -a veces excesiva- de esa pedantería que tanto fastidiaba al joven Baroja, al Ortega de su mocedad o al Pedrell de siempre. Recibo de este público complutense la impresión de que, simple y llanamente, se lo pasa en grande escuchando buena música y bien interpretada. Por ello, una visita como la de Il giardino armonico, creada en 1985 por el milanés Giovanni Antonini, ha obtenido el éxito que acompaña su triunfal carrera por el mundo.

Además, los programas del Ciclo Complutense suelen presentar un interés y una armonía selectiva como la del mismo jardín sonoro que vive y nos hace vivir, con belleza y pasión, mensajes tales como los del concerto barroco haendeliano o el italiano de Giuseppe Sanmartini, hermano mayor de Giovanni Battista, el milanés, maestro de Gluck.

Ciclo de la Universidad Complutense

Il Giardino Armónico. Director: G. Antonini. Solista: V. Mullova, violinista. Obras de Vivaldi, Sanmartini y Haendel. Auditorio Nacional. Madrid, 31 de marzo.

Antonini -formado en su ciudad natal y en Ginebra- colaborador, como director y flautista, de los nombres y grupos renovadores de la interpretación barroca, practica unos criterios tan atentos a la búsqueda de la autenticidad sustancial de cada autor como a su revitalización frente al público actual.

Y me parece que de esa doble intencionalidad parte el éxito de Il giardino, al remontar el puente de los siglos para darnos un Vivaldi, un Haendel o un Sanmartini frescos y vitalmente asimilados y con tan apurada belleza transmitidos. En el Concierto para flauta de Sanmartini, el mismo Antonini lució su unidad conceptual en cuanto instrumentista y orientador, y en el Concierto en mi memor, de Vivaldi, denominado Il favorito, tuvo la preciosa colaboración de la violinista ruso-austriaca Viktoria Mullova (Moscú, 1949) en la parte solista. Armada de su soberbio Stradivarius,

Mullova remonta cualquier idea virtuosística para elevar su bien hacer a la más alta categoría. En los concerti grossi de Haendel y Sanmartini, o en el cuatro violines de Vivaldi, todos y cada uno de los componentes o habitantes del giardino armonico sentaron plaza de excelencia e hicieron las delicias de un público que llenó el auditorio y aplaudió con calor y emoción intensa.

Resumen: música-música en manos de músicos-músicos entregados, que dictaron una auténtica lección de sabiduría y sensibilidad. Gracias.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 2 de abril de 2004