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MI AVENTURA | EL VIAJERO HABITUAL

Una cadena humana para contactar con el vacío

UNA LÍNEA casi recta seccionando Marruecos permite un conocimiento profundo de todo lo que es y ocurre fuera de esta parte del Primer Mundo que es la Unión Europea. Tan cerca y tan rápido, y al mismo tiempo tan lejos y tan contradictorio.

Llegamos de madrugada al puerto de Nador, visitamos hasta el fondo la gruta de Friouratto en el parque natural de la Tazzeka y recorrimos la medina de Fez. Conocimos los grandes monumentos de Meknés, paseamos por los bosques de cedros del Medio Atlas y, al pie del Gran Atlas, intercambiamos danzas folclóricas en las kasbahs de Ito (la bereber, por las irremediables sevillanas). En plena tormenta de arena paseamos por las esculturas-construcciones del artista alemán Hannsjorg Voth en la meseta de Marha y, después de recorrer toda la ribera del Oued Ziz, llegamos al desierto de arena del Erg Chebbi. Una caminata de 20 kilómetros puede ser suficiente para entrar en contacto con el vacío, para tomar algo de distancia y poder así reordenar pensamientos.

Lo organizamos desde el departamento de proyectos de la Escuela de Arquitectura de Alicante. Los alumnos, conmocionados, dicen que no se lo esperaban, que no se lo podían ni imaginar. Y ésa es la gran noticia: hay todo un mundo por reestructurar que a ellos les corresponde imaginar.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 3 de abril de 2004