Cada mañana cojo el tren de Cercanías de Barcelona de la línea 2 de Renfe en la estación de La Llagosta (Vallès Oriental) hasta Barcelona-Sants para ir a mi lugar de trabajo. El lunes, el tren de las 8.09 horas no pasó porque ha sido suprimido durante toda la Semana Santa. Hemos tenido que coger el siguiente tren, a las 8.17 horas. Pero este tren no ha sido reforzado ni alargado, y las personas acumuladas de los dos trenes viajamos como animales, de pie, aplastados, entre gritos, sudando, en unas condiciones totalmente inhumanas. Había mujeres embarazadas y ancianos. Porque, a pesar de que Renfe considere lo contrario, muchos de los usuarios, desgraciadamente, no tenemos vacaciones y hemos de continuar desplazándonos para trabajar cada mañana.
Puesto que ahora, para poder subir al tren, estamos obligados a picar nuestro billete, no debe de ser difícil obtener datos, elaborar estadísticas y comprobar que la disminución de pasajeros en estos primeros días de la Semana Santa es mínima. Así que, si tienen la brillante idea de suprimir algún tren, lo que deberían hacer es poner más vagones en los trenes que circulan para garantizar un viaje mínimamente cómodo a todos sus clientes.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 7 de abril de 2004