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NOTICIAS Y RODAJES

Un cortometraje recrea el universo onírico de Amenábar

'El soñador', de Oskar Santos, integra el proyecto '50 minutos'

A Henry James le habría encantado: salones de techos altos con pesados cortinajes, suelos de mármol, una chimenea de piedra y una larga escalera donde los pasos resuenan a madera, espíritus y tiempos idos... "Esto es", cuenta que pensó el director Oskar Santos (Bilbao, 1972) al entrar en la casona de Torrelodones (Madrid), construida a fines del siglo XIX, que se ha convertido en escenario de El soñador, su nuevo cortometraje. El encantamiento se rompe cuando alguno de los actores vestido de época corre esquivando a los técnicos para atender un móvil que suena histérico desoyendo el grito de "silencio, vamos a filmaaaaar...".

El soñador es el quinto y último cortometraje del proyecto 50 minutos, financiado por Nescafé para celebrar su cincuentenario "apoyando al joven cine español". El corto, que se estrenará junto a los cuatro restantes el próximo 25 de mayo, está apadrinado por Alejandro Amenábar y cumple con el requisito de inspirarse en el ambiente y estilo del director de Los otros.

"Alejandro y yo nos conocemos desde la facultad", cuenta Santos. "Yo había hecho ya el making off de su última película, Mar adentro, así que cuando lo convocaron para 50 minutos pensó en mí". Inmediatamente, Santos recordó un cuento de Javier S. Donate que había leído años atrás. "El argumento rezumaba", dice, "esa mezcla entre vida y muerte, esa confusión entre sueño y realidad, tan propia del cine de Amenábar".

Proyecto ambicioso

El soñador cuenta la historia de Guillermo Rivas, un médico que a fines del siglo XIX acepta hacerse cargo del raro caso de don Diego Robledo, un joven de la alta nobleza que es capaz de dormir por tres días seguidos. Un exceso de sueño que, dicen, le está volviendo loco.

"Rivas es un hombre muy de su época", cuenta el actor y protagonista José Ángel Egido. "Está convencido de que la ciencia es Dios y de que todo lo que ella dicta es verdad. Lo llaman para que declare la locura de Diego, pero se sorprende al conocer al joven y decide tratarlo". Incluso para un actor veterano como Egido, El soñador impone nuevos retos: "Como es un corto de 10 minutos, cada secuencia dura segundos. No hay texto, porque la narración la hace una voz en off. Eso te obliga a afilar los gestos y la actuación se convierte en un verdadero desafío", dice.

Ocho días de rodaje (tres más que los otros cuatro cortometrajes que integran 50 minutos) y un equipo de casi 40 personas justifican que en los pasillos de la casona se escuche frecuentemente: "Pero si esto parece un largometraje". Santos se ríe y asiente: "Es cierto, es una historia muy complicada, tiene muchos planos y un gran cuidado de ambientación". Aunque se niega a explicar lo que quiso decir, el director sintetiza la idea central de su cortometraje: "Para mí es la historia de dos hombres. Uno de ellos tiene la capacidad de soñar y el otro aprende a hacerlo. Por eso es tanto una defensa de los sueños como una protesta contra la realidad".

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 9 de abril de 2004