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Crítica:CRÍTICAS

La cámara, la vida

Una rara película, Nómadas, multipremiada por todo el mundo (y aquí también, concretamente en Málaga), puso en la memoria de cualquier cinéfilo inquieto el nombre de Gonzalo López-Gallego, un madrileño de la generación del 73 que, cuando estrenó su criatura, llevaba ya un montón de años rodando, en todos los formatos, sus obsesiones. Porque de obsesión por la imagen hay que hablar en su caso: se podrá disentir de él sobre la dramaturgia de sus películas (del excesivo hermetismo de Nómadas, pero también de la parquedad de anécdota de Sobre el arco iris), pero nadie podrá negarle al menos dos virtudes: una, su poderosa imaginación visual, que se concreta fehacientemente en las dos películas. Otra, su insobornable voluntad de contar sus historias como él se las imagina, al margen de modas, tendencias o guiños más o menos cómplices a la platea. Es decir, que López-Gallego es eso, hoy tan raro de ver, que llamábamos en un tiempo un autor consecuente.

SOBRE EL ARCO IRIS

Director: Gonzalo López-Gallego. Intérpretes: Luis Callejo, Isabelle Stoffel, Emily Behr, Mrtha Fessehatzion, Manuel Ramos. Género: criminal, España, 2003. Duración: 90 minutos.

Sobre el arco iris parte de una idea similar a la que recorría, fecundamente, el cuerpo y el alma de Arrebato, esa película de Iván Zulueta que es mejor cada año que pasa. Es decir, que rodar no es gratuito, que la imagen es impositiva, que se puede morir literalmente por (o a causa de) ella; que quien se sirve de ella puede, en suma, llegar a convertirse en su esclavo. Aquí, un único personaje omnipresente (Luis Callejo) va mostrando, al principio como si se tratara de una mera home movie, pero luego con un sentido mucho más agudo, que se abre paso entre las anodinas imágenes que captura con su cámara de vídeo, el mundo, y muy concretamente, la ciudad de Berlín.

Pero pronto, la realidad no será suficiente para sus ansias y buscará crearla, recrearla, repetirla para luego, en un crescendo imparable, terminar contaminándola de sus instintos letales para hacerla cinematográficamente creíble. Esta anécdota sirve, a la postre, para mostrar dos cosas: una, la historia en sí, no muy diferente de otras, aunque su intencionalidad sea diferente y no haya en ella la menor complacencia con el voyeurismo. Y dos, el proceso mismo de creación de una ficción.

Porque ante Sobre el arco iris estamos como ante una caja de música de la que apreciamos no tanto su sonido (que también) cuanto la visión de su mecanismo interior, de su compleja, trabajada precisión. Película para ver con calma, esta segunda propuesta de López-Gallego confirma que Nómadas no era ninguna casualidad, que detrás de la cámara hay algo más que el proyecto de un cineasta: hay un autor con mayúsculas, de quien ansiamos ya ver su próxima criatura.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 9 de abril de 2004