Atónita asisto al bochornoso desaire que el Gobierno en funciones vuelve a hacer a miembros del Ejército español. Me refiero al lamentable espectáculo del Ministerio de Defensa español que no duda en hacer esperar a nuestros militares por un escarceo político. Que esperen en Zaragoza, que esperen en Irak ¡qué más da!
Atónita escucho a un oficial que vuelve de Irak decir "con la ilusión de volver a España aguantábamos todo"... Pues no, señores, no vale todo. Y nuestros militares deben saberlo.
Siempre me pregunté por qué ninguno de los 62 militares muertos en el accidente del Yak-42 se negó a subir en esa lata que les había puesto el Ministerio de Defensa para regresar a España después de cuatro duros meses de misión en Afganistán. El hermano de uno de los oficiales muertos en este accidente me contestó un día: "Tenían tantas ganas de volver a España que se hubieran venido en burro".
Pues no, señores, no vale todo... Primero está el respeto al ser humano y después al profesional. Todo deja de tener sentido cuando uno se conforma con lo que sea, poniendo en riesgo la vida misma. Creo, sinceramente, que nuestros militares deberían autoaplicarse una dosis de respeto por sus vidas, las de sus familias y la de la profesión que realizan. Ha llegado el momento de dignificar la profesión del militar. Basta ya de tanta falta de autoestima, basta ya de "vale todo". Basta ya de jugársela por no molestar a los mandos superiores, no vaya a ser que no nos asciendan. Ojalá que ahora se abra una etapa nueva para nuestro Ejército, por un Ejército bien dotado, por un Ejército bien remunerado, por unos hombres y mujeres que se sientan, por fin, amparados por su ministro y dirigidos por mandos que ocupan un puesto ganado por su currículo y no, como hasta ahora, por una decisión política.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 13 de abril de 2004