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Editorial:

Lula, contra el muro

La tensión que está viviendo estos días Río de Janeiro a causa de un violento enfrentamiento entre unas bandas de narcotraficantes y la policía es un reflejo de algunos de los muchos problemas a los que se está enfrentando el presidente brasileño, en bastantes casos sin éxito. Los criminales se habían hecho fuertes en varias favelas, esos enormes barrios pobres de los desposeídos, con 100.000 o más habitantes cada uno, y en los tiros cruzados con la policía han muerto ya diez personas, entre ellas, dos niños. En medio de esta batalla urbana quedó un barrio acomodado, cuyos habitantes no osaron salir de sus casas durante la Semana Santa. El Gobierno del Estado de Río, en manos del centro-derecha, no sólo ha pedido al poder central el envío de 4.000 soldados para ayudar a imponer el orden, sino que ha propuesto levantar un muro de cemento de tres metros de altura para aislar a cuatro de estas favelas, controlarlas y evitar que sigan creciendo.

La propuesta local de este muro, que ha recordado al de Sharon, ha causado la esperada polémica.

Emparedar los problemas no está en el estilo de Lula. Pero su búsqueda de una cuarta vía que respetando los equilibrios fiscales lograra más crecimiento, más empleo y más justicia social, no ha producido, al menos de momento, los resultados esperados, sino los contrarios. La economía no sólo no crece, sino que en 2003 se ha retraído un 0,2%; el paro ha pasado de un 10,5% en diciembre de 2002, cuando Lula llegó a la presidencia, al 12%; la capacidad adquisitiva se ha reducido; el analfabetismo no remite; la lentitud de la reforma agraria ha hecho resurgir el Movimiento de los Trabajadores Sin Tierra -que el hoy presidente impulsó en sus días de sindicalista-, con un rebrote de invasiones y ocupaciones violentas de fincas

, y la inseguridad ha aumentado en algunas grandes ciudades, y especialmente en Río, donde el Gobierno central no descarta declarar el estado de emergencia.

La labor de Lula es de suma dificultad en un inmenso y complejo país de 170 millones de habitantes, 40 de ellos por debajo del límite de la pobreza. Y sin embargo, que Lula tenga éxito es crucial no ya sólo para Brasil, sino para el conjunto de América Latina, el continente con mayor desigualdad del mundo. Salir de esta situación es ya condición necesaria para asegurar un crecimiento sólido en el futuro.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 15 de abril de 2004