Menos de dos meses después del 7 de octubre de 2001 -el día en el que empezó la guerra contra el Gobierno de los talibanes en Afganistán en respuesta a los atentados del 11-S-, George W. Bush ordenó la actualización de los planes de ataque que el Pentágono tenía sobre Irak sin decírselo a su consejera de Seguridad, según reveló el presidente a Bob Woodward, que recoge la conversación en Plan de ataque. El libro, el último que sale en una primavera editorial devastadora para la Casa Blanca, fue anticipado ayer por Associated Press.
El periodista de The Washington Post que destapó el caso Watergate junto a Carl Berstein, escribe que el presidente se dio cuenta de lo que ocurriría si, en otoño de 2001, hubiera trascendido que daba la orden de poner en marcha nuevos planes bélicos: "Yo sabía lo que podría pasar si la gente pensaba que estábamos desarrollando un plan potencial de guerra contra Irak", son las palabras que Woodward pone en boca de Bush. La reflexión continúa así: "Era un momento en el que había tanto en juego que... hubiera parecido como que estaba ansioso por ir a la guerra. Y no tengo ninguna ansiedad por hacer guerras".
En otras publicaciones anteriores había quedado claro que no era un problema de ansiedad, sino de programa político: el presidente, frenado sólo en ocasiones por el secretario de Estado, Colin Powell, sucumbió a los diseños sobre Irak formulados años antes por el equipo que él mismo había llevado a su Gobierno, el equipo del vicepresidente Dick Cheney, del secretario de Defensa, Donald Rumsfeld, y de su número dos, Paul Wolfowitz.
Discreción
Según el adelanto logrado por AP, el presidente habló con Rumsfeld el 21 de noviembre de 2001, en plena campaña de Afganistán, y le preguntó si había planes sobre Irak. El jefe del Pentágono le dijo que sí, pero sin actualizar. Adelante, vino a decirle Bush, que le ordenó discreción. [Bush dijo ayer que no recuerda las fechas exactas en las que encargó el plan de guerra, y que en septiembre de 2001 estaba concentrado en Afganistán y la respuesta al 11-S.] Cuando Rumsfeld le dijo que habría que contar con el director de la CIA para el nuevo planeamiento, Bush le aconsejó que esperara un poco. Y a Condoleezza Rice, su consejera de Seguridad, se limitó a decirle al día siguiente que le había encargado a Rumsfeld que trabajara en el asunto, sin más detalles.
En el libro también se habla de las blasfemias del general Tommy Franks, al mando de la guerra de Afganistán, cuando supo el encargo presidencial, y se subraya la presión de Cheney para desencadenar la guerra.
Durante la rueda de prensa conjunta con Tony Blair, Bush negó los hechos: "No empecé a centrarme en Irak hasta más tarde, particularmente a partir del momento en que empecé a ir a Naciones Unidas [a la asamblea general de septiembre de 2002] con el mensaje (...) de que [Irak] debía cumplir las exigencias del mundo".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 17 de abril de 2004