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COLUMNA

Matrimonios

Bertrand Russell sostenía que, frente a lo que podía parecer, los países divorcistas apreciaban más el matrimonio que los no divorcistas, porque mientras los segundos sólo brindaban la opción de un solo matrimonio, los otros favorecían dos o tres. La Iglesia católica nunca tomó en consideración este sofisma. Lo bueno sólo es bueno si no es dos veces bueno, pensaba el Papa. La multiplicación abarata el producto y desacredita su solemnidad. Más aún si se estima sacramental. Pero ¿qué ocurrirá ahora cuando pronto el Gobierno socialista abra las puertas al matrimonio de gays y lesbianas? ¿Será el matrimonio menos un casamiento que una casa de tócame Roque? Puede ser que a ojos de la Iglesia resulte ser éste el caso pero que, secularmentre, no se vea mal. Efectivamente, tras los gays y lesbianas aparecerán las reivindicaciones de los transexuales y los bujarrones, las lesbianas que se acuestan con hombres, las ladies in tuxedos, las pushy femmes y así todo el universo queer. La aceptación del matrimonio sólo entre heterosexuales constituye una discriminación inadmisible, pero, abatida la discriminación, los individuos prevalecen y el matrimonio abdica enseguida de su originaria función hetero-patriarcal y familiar. Esto es lo que a la Iglesia católica le parece un caos: el principio del fin, la fundición del matrimonio por sobrecalentamiento profano, la anulación de la institución sagrada mediante su convalidación por cualquier contrato sin objetivo familiar ni reproductor.

Habrá matrimonios para homosexuales pero también, ¿por qué no?, matrimonios sin sexo. Matrimonios, simbólicos u ornamentales, entre animales domésticos que se aman o están juntos, con ellos o con sus amos. Y no por denigración de la Humanidad, sino, al contrario, según los defensores de los derechos humanos de los animales, por la aceptación cósmica de nuestras vidas. Matrimonio de los socialistas, por tanto (como en Quebec, en Dinamarca, en Bélgica, en Holanda), que se diluirá primero en la laicidad y después en la atmósfera natural o la transparencia del aire libre; en la unicidad del mundo del derecho confundido con el ampliado derecho de todo el mundo.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 17 de abril de 2004