Pedro Solbes, comisario de Asuntos Económicos de la Unión Europea desde septiembre de 1999, vuelve a dirigir la política económica española después de haberla dejado encauzada (1993-1996) en la senda del crecimiento. Esto no le impide reconocer que el grado de crecimiento alcanzado tiene que ver con la gestión de Rodrigo Rato, del mismo modo que éste reconoció en privado cuando llegó al ministerio que el despegue de la economía española bajo el Gobierno del PP era posible gracias a las medidas que había tomado con anterioridad Solbes.
Este alicantino, de 61 años, ha demostrado como comisario de Asuntos Económicos y Monetarios de la Unión Europea una enorme firmeza y valentía para defender los acuerdos comunitarios contenidos en el Plan de Estabilidad. No sólo ha llamado la atención a dos de los países más poderosos de la UE, Francia y Alemania, por incumplir requisitos que ellos mismos pactaron sino que ha llevado esa transgresión al Tribunal de la Unión Europea para que emita un pronunciamiento. Y, no obstante, ha preservado, gracias a su carácter templado y su sentido del equilibrio, una buena relación personal incluso con sus contendientes.
Solbes es enemigo de las estridencias y de las aristas. Prefiere ser expositivo, e incluso poco llamativo, que lanzar afirmaciones que le conviertan en protagonista de polémicas que levanten adhesiones y reprobaciones. Ello no impide que a la hora de ejecutar las decisiones y defender sus criterios exhiba una convicción y una firmeza difíciles de doblegar.
Doctor en Ciencias Políticas, abogado y economista, participó -tras la victoria socialista en 1982- en las negociaciones para la incorporación de España a la Unión Europa, dirigió el Ministerio de Agricultura entre 1991 y 1993 y fue ministro de Economía y Hacienda desde 1993 a 1996. Nunca ha sido miembro del PSOE.
Casado y padre de tres hijos, su retorno a la política nacional supone para él un regreso a la vida familiar, ya que trabajaba en Bruselas pero mantenía su hogar en Madrid. Para el PSOE, su regreso es el aval de que la política económica va a ser conducida, con rigor y experiencia, por la senda del crecimiento.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 18 de abril de 2004