Soy otra vecina sufridora de la zona del Rastro y me parece perfecto que el alcalde esté preocupado por los problemas de ruido, suciedad e inseguridad ciudadana que se originan en este céntrico barrio de Madrid los domingos. Sin embargo, y muchos vecinos coinciden conmigo, a pesar de todo, el domingo es nuestro día de descanso, paz y tranquilidad. Nada comparado con el resto de la semana. El barrio de Embajadores-Rastro es, de lunes a sábado, un auténtico caos. Los comercios al por mayor de la zona producen atascos insufribles con sus consecuentes bocinazos histéricos. Montañas de cajas de cartón se amontonan sin piedad en las aceras. La carga y descarga se hace a horas intempestivas, desafiando las ordenanzas municipales. Desaparecen las tiendas de barrio (aquí los niños ya no saben lo que es una panadería). Y el centro de Madrid pierde a paso de gigante ese aire castizo que lo caracterizaba. Así que, señor alcalde, si quiere cuidar el centro de Madrid, hacerlo vivible y atractivo al mismo tiempo, póngase manos a la obra porque hay mucho que hacer.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 18 de abril de 2004